viernes, 5 de julio de 2013

Nota.

Madre mía.
Acabo de mirar la gente que me lee en todo el mundo y me abruma bastante.
Gente que habla conmigo cada día ha leído esto y es genial.
Gente de mi colegio con la que no hablo apenas también ha leído Esencia y es doblemente genial.
Sin embargo, voy  dejar el blog apartado. Releyendo lo que he escrito me he dado cuenta de que he dejado algunos cabos sueltos y ahora que ya se que dirección va a tomar la historia mejor de cuando la empece, estoy empezando de nuevo en papel. Me gusta más escribir en un bloc que en ordenador, dado que me distraigo menos y lo siento más cercano.
Esto no quiere decir que deje esta historia aparcada. Para nada. Es más, cuando llegue al punto final del epílogo lo pasaré todo a ordenador e intentaré autopublicarla. Algunas amigas me han dicho que prueba a publicarla con una editorial, pero seamos realistas, soy una adolescente, no creo que lo hagan. Así que, simplemente haré lo anteriormente dicho.
Si os soy sincera, me sienta mal dejaros a medias de Esencia. Espero que me comprendáis cuando os diga que prefiero empezar de cero.
Gracias por leerme aquí.




Cambios que voy a realizar:
1-Haré a Eveline más fuerte e ingeniosa, dado que parece demasiado indefensa.
2-La historia entre Kyle y Ever ira más despacio, empezando porque se conocerán en la Sede y no en el orfanato.
3-Albert no existirá (en mi opinión es un personaje que carece de... magia).
4-Intentaré explicar lo mejor que pueda el funcionamiento entre el Mundo Mágico y el Mundo Humano.
5-Me estaba planteando escribir desde el punto de vista de otro personaje, como Kyle, pero luego pense que se desvelarían muchos secretos. ¿Vosotros qué creéis?


Sigo aquí: http://firetoiluminatetheuniverse.blogspot.com.es/




martes, 25 de junio de 2013

Capítulo 12.

Cuando me despierto, el cielo de Londres truena enfurecido. Siempre he pensado que el sonido de la lluvia chocando contra los cristales de una ventana, es uno de los más relajantes del mundo, aún con todos los rayos y truenos que suenan brillando en contraste de las nubes encapotadas.
Giro la cabeza buscando el reloj de muñeca que reposa contra la mesita de noche. Marca mediodía.
Salto de la cama a toda prisa, aún con la sorpresa de que halla dormido tanto y Mathew no viniera a despertarme como el día anterior. Supongo que Kyle se fue con Moon después de llevarme cual dama de cuento a mi cama, ya que me acuerdo de cuando les encontré a punto de hacerlo contra la puerta de al lado, y ella le dijo que le llamaría esta noche. Oprimo cualquier reacción negativa de mi cabeza o estómago mientras me encamino a quitarme el sudor y la pesadez de mis músculos en la ducha.
Después de frotarme con el jabón la piel maloliente, me pongo unos vaqueros claros y un jersey verde. Intento dar a mi pelo algún orden lógico, pero después de muchos intentos de alisarlo con el peine, decido hacerme un diminuto moño desecho con el corto pelo.
Espero encontrarme con alguien en el pasillo, poder discernir alguna voz del repiqueteo de la lluvia, pero no. Todo está en un inquietante silencio.
En estos momentos las luz que proviene de las lamparas de gas ayudan a que el ambiente sea bastante siniestro, además, la madera vieja rechina bajo el peso de mis pies, y los truenos que pintan el cielo suenan de lo más amenazadores en el silencio que cubre la Sede.
Cuando ya he llegado al salón de la cúpula me tranquilizo al oír algunos susurros bastantes débiles que provienen del comedor. Mi estómago ruge, y, por primera vez, me doy cuenta que no he comido nada sólido desde el desayuno de ayer. Se podría decir que casi eché a correr cuando mi tripa intervino.
Abro las puertas que suenan con un chirrido.
Abro aún más los ojos.
¿Qué hace ella aquí?
-Buenos días, Eveline -saluda Amalia sonriendo.
El comedor entero está expectante. Cuando entré, Kyle estaba susurrando algo a Lucinda y ella parecía bastante sorprendida. Los demás estaban pendientes de Amalia, la que en vez de llevar la ropa con la que yo estaba acostumbrada a verla, había cambiado por una falda tubo de color blanco en conjunto con unos tacones de aguja y un suéter azul marino, y el pelo liso sobre los hombros. Sin los cabellos color sangre recogidos en un moño desordenado y sin el mandil, la veía rara.
Por otro lado, cuando vi a Kyle, el corazón me dio un salto inesperado. Lo que ahora mismo está bastante controlado.
-Amalia, ¿qué haces aquí? -pregunto un tanto desconcertada.
Ella se levanta de su asiento y corre hacía mi, hasta que me envuelve en sus brazos. A pesar de la fuerte confusión que reina sobre mis pensamientos, la rodeo también e inspiro con fuerza. Por lo menos, su olor a vainilla no ha cambiado. Me separo a duras penas, para descubrir que todos los Elementos, incluidos Albert, Lucinda y Mathew nos observan sonrientes.
-Te veo cambiada -observa Amalia separándose para mirarme de arriba a abajo.
-Ha cambiado -interviene Lucinda.
Me encojo de hombros, ya que no sé que hacer cuando todo el mundo me mira. Agarro un mechón involuntariamente e intento cubrirme la cara ante Amalia. Ella parece caer en la cuenta de que algo ha pasado de verdad con mi aspecto.
-¡Tu pelo, Eveline!
Para mi suerte, aparece revoloteando Rose y me rodea los hombros con su brazo protector.
-Le queda estupendamente, antes parecía Hagrid.
Suelto una carcajada, pero parezco ser la única que sabe quien es al haber leído a JK Rowling.
-Es un personaje de Harry Potter -aclaro ante las miradas desconcertadas.
-Por supuesto, un libro, como no -oigo decir a Kyle por lo bajo.
Le fulmino con mis ojos verdes antes de que la marea de pelos rojizos y rubios de Amalia y Rose me empujen hasta la mesa.
-¿Qué haces aquí? -vuelvo a preguntar mientras doy un mordisco a una tostada que ha traído Mathew, al que le sonrío educadamente con un pinchazo en la tripa.
Observo que Amalia también ha cambiado. Algunas partes de su piel están recubiertas de escamas brillantes, en sus hombros, por ejemplo. A veces cuando la luz de las velas incide en sus ojos, parecen tener la pupila vertical y alargada. Trago saliva.
-Parece que ya has visto mi verdadero yo -dice un tanto desanimada.
-Tú.. Tú lo sabías.
-Bueno, soy un dragón que pertenece al Mundo Mágico. Pude sentir en ti la magia del Fuego.
-¿Un dragón? Vaya eso es...
-¿Siniestro? -completa Ithan.
-¿Acojonante? -se oye decir a Kyle.
-No. Es más bien muy fogoso -digo cuando por fin me dejan terminar.
Todos en la sala esbozan una sonrisa. Parece que de una vez por todas no salgo corriendo asustada con alguna situación del Mundo Mágico.






-Así que, resumiendo -declaro después de comer seis tostadas con mermelada-, se te encargo buscar a los Elementos en el Mundo Humano para asegurarte de su bienestar y creaste un orfanato como tapadera para interactuar sin problemas con adolescentes menores de 18 años. Luego, cuando sentiste mi Esencia, pediste que un mago hechizará al juez para que me mandara a tu orfanato y así asegurarte de que era yo. Cuando lo hiciste, intentaste ayudarme al máximo hasta que, por el método normal, Lucinda pudiera adoptarme y así yo, convertirme en el Elemento Fuego. ¿Algo más?
-Mmm... Que también acogí a Kyle.
-¿Eh?
Mis ojos vuelan hasta donde él se encuentra, sentado al lado de Lucinda con la mirada perdida en su anillo.
-Creía que él era de Londres -repongo desviando la mirada cuando Kyle empezaba a girar la cabeza hacía mi.
-Vino aquí justo después de cumplir 16, ahora tiene 19 años. El acento se pega -responde sin más, como si no le diera mucha importancia.
''Así que por eso él dijo que no le gustaban las despedidas'' -pienso para mis adentros.
-¿Y Rose? -inquiero por un intento desesperado por cambiar de tema, ya que siento los atardeceres de Kyle clavados en mi.
-Rose creció aquí. Desde muy pequeña se sabía que iba a ser el Elemento Tierra, no ha tenido muchas experiencias con seres del Mundo Humano.
-¿Eres como una especia de niñera mágica?
Amalia ríe levemente y se tapa la boca al darse cuenta de que voy en serio.
-Podría decirse, cielo.
Por un momento, todos los ojos reposan en Amalia, solo quedan Kyle y Rose. Al parecer, le tienen mucho cariño. Y el caso, es que lo entiendo perfectamente. Aunque sigo flipando por el detalle de que sea un dragón.
-He escuchado, que vais a ir todos a Arboleda para la fiesta de Aquo. ¿Resultó ser ese tal Chrystalle, Lucinda? -dice Amalia mientras se recoge el pelo en una coleta alta.
-Eso vamos a comprobar esta noche -responde la mujer de ojos azules.
-¡Eso me recuerda...! -exclama Rose de repente, levantándose de su silla.
Pasa por mi lado y me agarra tirando de mi hacía la puerta.
-Cuando coloqué tu ropa no encontré nada decente para una fiesta, necesitas algo ya. Así que vamos a Raphael ya.
-Espera, espera. ¿Colocaste mi ropa? ¿Raphael? ¡Rose!
-Cálmate llama ardiente, dirige una boutique aquí, en Londres -repone ella con total tranquilidad.
Oigo risas a mis espaldas. Oh. También la de Kyle. La melena rubia que tengo delante se gira de golpe.
-Que yo sepa tú tampoco tienes nada que ponerte, así que mueve tu culo .-Esto lo dice con los brazos en jarras, como si estuviera enfadada.
Kyle hace lo que le dice, poniendo las manos detrás de su cabeza como si estuviera aburrido, pero sonríe ampliamente.
-Adolescentes... -musita Amalia con un rintintín en la voz bastante gracioso.
Digo adiós con un mano, de una forma bastante incómoda gracias a la forma de agarrarme que tiene Rose, pero oigo la respuesta de ella de todas formas: Luego hablamos, Eveline.







El camino a esa boutique fue de lo más raro. Sammy decidió unirse también a nosotros, y dado que, el lugar donde se encontraba esa tienda, era infrecuentada por los humanos (cosa lógica porque estábamos en una alcantarilla), se dedico a sacar esferas perfectas del agua putrefacta de las alcantarillas y a tirarlas contra las paredes sin iluminar. Yo me ocupaba de eso, con ayuda de la tutela de Kyle, supe como crear fuego sin necesidad de excitar mis emociones, era tan simple como desearlo. Así que, cerré los ojos y pensé en una llama en mi mano para poder iluminar el camino, y así fue. Tuve que contener la emoción, ante el 'bien hecho' y la palmadita en la espalda que me dio Kyle. Mientras, Rose parloteaba sin parar sobre lo exquisito que era el gusto de Raphael y lo increíble que era su tienda. A lo que Kyle se limitaba a asentir y a simular que estaba interesado en lo que decía ella.
Para cuando llegamos, la mano que transportaba la llama estaba cansada de estar en alto y a Rose se le acabaron los piropos. La iluminación ya no era necesaria, porque un escaparate de enormes dimensiones, daba luz un largo trazo de alcantarilla, suficiente para hacernos paso a la tienda.
Realmente Rose tenía razón. La tienda era alucinante.
Es de bajos techos, aunque suficiente para que podamos estar de pie todos. Las paredes -lógicamente- no tienen ventanas, sino que están repletas de perchas de las que cuelgan miles y miles y miles y miles de prendas de colores: vestidos de la época del rococó, disfraces, camisetas de grupos antiguos y actuales, faldas extremadamente cortas, sombreros, trajes de etiqueta... Parece que no hay ni paredes, dado que con tanta ropa no se ve ni un espacio de ella. Realmente alucinante.
También hay varias mesas dispersas aleatoriamente por la sala, mesas de cristal repletas de joyas que parecen bastante caras. Detrás de una de estas, hay un ser bastante raro. Su piel se asemeja a la de un árbol y su... su ''pelo'' es una maraña de hojas verdes con frutos. No lleva ropa, porque no tiene nada que ocultar. Y está comiendo una ensalada. ¿Eso se considera canibalismo?
-Es un árbol que proviene de una isla del Mundo Mágico -me susurra Kyle mientras Rose saluda a ese árbol  animado con gestos cariñosos-. Espero que no seas de las que hablan con 'qué pasa tronco', apuesto a que se ofendería mucho.
Sonrío de forma irónica hacía él. Cuando lo hago, me doy cuenta de que está a escasos centímetros de mi. Aparto la cara casi de inmediato, justo a tiempo para que Rose me presente a Raphael.
-Y ella es Ever -articula ella a la vez que el... no puedo pensar que un árbol me da dos besos.
-¡Encantado, cielo! Podemos hacer muchas cosas contigo, eres guapísima -exclama al separarse.
Enrojezco nada más oír la última palabra y agacho la cabeza. Rose me guiña un ojo y sigue presentándole a los demás.
-¿Él es Kyle? ¡No me dijiste que tenía esos ojos! ¡Preciosos!
-Lo sé, me lo suelo repetir mucho -se limita a responder él.
Suelto un resoplido en su dirección, exasperada por su falta de tacto. Pero Raphael ya está con la chica de pelo azul.
-Oh, y ella debe ser la encantadora Sammy. Rose no para de parlotear sobre ti, ahora comprendo por qué.
Ahora el turno de sonrojarse le toca a Rose.
-Gra... Gracias -responde Sammy.
Después, el árbol animado, se gira de forma teatral, dándonos la espalda.
-Veamos... Pelo azul, lógicamente blanco volado -señala un vestido colgado en pared de la izquierda y avanza unos pasitos-. Luego, el chico de los ojos bonitos... -Se calla de golpe y nos observa a los dos-. ¿Sois pareja? Pegáis mucho. Deberíais ser pareja, sí señor.
Oh. Solo me sale pensar en oh.
-En realidad nosotros...-dice Kyle a toda prisa.
-Ah papapapapa -se apresura a cortar Raphael moviendo sus manos como si fueran mariposas y levantando el mentón-, no quiero saber vuestras tensiones sexuales. Voy a vestiros a conjunto y punto. Sus ojos son como un volcán y los tuyos como el césped que quema a su paso. Es tan ideal.
''Esa sí que es una metáfora genial, tronco''.
Miro de reojo a Kyle, que me mira a mi, sus ojos ardiendo como si de verdad me quemara. Aparto la mirada de nuevo y me encuentro con Raphael revolviendo en un baúl.
-¡Ah sí! ¡Perfecto, perfecto! ¡Es tan ideal!
Sammy y Rose ríen en los probadores.
El árbol animado nos tiende un traje a cada uno. No pierde tiempo. Nos empuja detrás de unas cortinas negras y las cierras con un ágil movimiento.
Suspiro.
No creo que pudiera salir con Kyle ahora mismo. Ni nunca. Puede que me atraiga ligeramente, pero no puedo soportarlo más de dos minutos.
Tiro mi ropa al suelo sin mucha atención y me meto en el vestido color negro por la cabeza. No puedo verme en ningún sitio, ya que estoy en un redondel de tela, pero noto mi espalda sin nada. Eso me da bastante pánico. Me descalzo también y salgo arrastrando el vestido de suaves telas por el suelo (extrañamente) limpio.
Kyle aún no ha salido de su redondel negro, pero las otras chicas ya están. Sammy lleva el espléndido vestido blanco que le llega un poco antes de las rodillas, lleva una cinta sobre la cintura y ahí empieza el vuelvo del vestido. Raphael la está peinando con un moño desecho en la coronilla, que curiosamente, le da un aire chic. Rose, a su vez, le está pintando los ojos con sombra plateada y rímel, además de darle toques con un pintalabios rosa.
La Elemento Tierra lleva un vestido colgando de un solo hombro, con una abertura a la altura de la pantorrilla, y no llega a rozar el suelo. No es para nada pegado, expresa exactamente como es ella. Realmente Raphael hace un buen trabajo. Cuando se giran hacían mi, Rose abre sus labios pintados de granate, Sammy hace un gesto afirmativo con el dedo y nuestro estilista mueve sus hojas encantado.
-Cielo, estás...
-¡Deslumbrante! -exclama Rose.
-No, no. Aún no cariño -niega Raphael-. Mi magia acaba de empezar.
Saca unos tacones de infarto negros, también del baúl y me apoyo en las dos chicas para subirme a ellos. Con esto mido unos quince centímetros más. Y nunca he andado con unos de dos centímetros mucho menos con estos monstruos. Me tambaleo un poco cuando doy el primer paso.
-Siéntate aquí querida -me inventa Raphael al tocador-. Ahora prométeme que cerrarás los ojos y no los abrirás hasta que yo te lo diga.
Me tiende su meñique y, sonriendo, cierro los ojos a la vez que le tiendo mi dedo pequeño.
Entonces, siento miles de manos en mi pelo y en mi cara. Dedos ágiles que me peinan el cabello. Manos me empolvan la cara, me retocan los ojos, los pómulos, y los labios. Es un maquillaje tan delicado que parece ser parte de mi. Puedo oír mi propia respiración a medida que va terminando.
-Ahora cariño, puedes abrir los ojos para verte realmente deslumbrante.
Abro los ojos poco a poco.
Guau.
Mis ojos resplandecen, parecen más vivos con la sombra dorada que ha aplicado en mis párpados. Mis pestañas están tan grandes y separadas, como siempre las he querido. En cambio, ha dejado libre mis pecas, solo ha pintado mis labios de un rojo potente.
Dios, mi pelo. Mi pelo rebelde está perfectamente definido, nada encrespado. Toco una pequeña corona circular que pasa por mi frente y rodea mi cabeza. Es plateada y de ella cuelgan flores y esferas que parecen brillan. No, no es que parezcan brillar, es que brillan de verdad. Son pequeñas bengalas encendidas dentro de las esferas.
-Es... Es... Eres increíble Raphael -logro decir.
-Vosotras estáis increíbles, yo solo os he sacado del trastero y os he dado un poco de pintalabios.
Me levanto del tocador y me dispongo a mirarme en un espejo de cuerpo entero. El vestido es... EL vestido.
Es de manga francesa, con casi toda la espalda al descubierto, pegado a la piel hasta casi la cintura, donde se suelta levemente en cascada hasta el suelo.
-Vaya, deberías llevar más a menudo ese vestido.
Kyle.
Me niego a girarme con estos tacones. Así que le miro por el espejo. Lleva el pelo alborotado y la corbata sin atar, pero gastada de tanto intentarlo.
-¿Necesitas ayuda con eso?
-¿Tanto como tú para moverte con esos tacones? Se podría decir que sí.
Niego con la cabeza.
-Ven aquí -ordeno mientras me apoyo en el tocador de al lado para girarme.
Él obedece sin quejarse y se deja hacer mientras mis dedos atan su corbata. Mientras hago esto, no puedo evitar fijarme en que sus gemelos son dos esferas iguales a las que penden de mi corona de flores. Y brillan de la misma forma. También noto su respiración contra mi pelo, y su corazón contra mis manos, pero quiero creer que eso no me afecta.
-Puedes luchar y manejar armas, pero no puedes atarte la corbata.
-Y tú no puedes andar con tacones -dice él.
-Touché -admito sonriendo.
Él se queda un segundo mirando a mis labios elevados y yo dejo las manos sobre su corazón otro más.
-Se te ha acelerado el corazón -comento sin pensar.
Kyle se aleja de golpe, como si le hubiera pegado. Dejo las manos en el aire, un tanto dolida, mientras se aleja con Sammy y Rose, que ya estaban casi en la salida y no se han percatado de nuestro retraso.
-Te hará daño.
Giro de nuevo en redondo para encontrarme a Raphael.
-¿Perdón?
Pero sé lo que ha dicho.
-Ese chico. Te hará daño, cariño.
''Ojalá no lo hubiera hecho ya''.
-Adiós Raphael, gracias.
Y así, sin más, me quito los tacones y salgo corriendo detrás de los demás Elementos, mientras Raphael me mira compadeciéndose de mi.
''Ojalá no le dejara hacerlo.''





















domingo, 16 de junio de 2013

Capítulo 11.

Me hallo en la puerta de la biblioteca con unos pantalones cortos deportivos naranjas y con el pelo corto aún chorreándome por la espalda. En un primer momento, tenía la idea de dirigirme al gimnasio, para encontrarme con Kyle; pero primero tenía que averiguar qué le pasaba a mi cerebro para que de repente se mostrará tan ''bloquear intrusos'' e ''inmiscuir en recuerdos ajenos''. Así que, como sé que la única persona que puede ayudarme debería estar en esta biblioteca, osease Lucinda, he acabado en las puertas dobles de un lugar que encierra miles de historias entre páginas.
Abro las puertas con un movimiento ágil de manos, para encontrarme con la mujer de pelo marrón y ojos azules, encorvada sobre varios libros con aspecto de haber sido muy usados.
-¿Lucinda?
Ella se sobresalta sobre su lectura y alza sus ojos hacía mi figura vacilante. Caigo en la cuenta de que tiene un aspecto bastante cansado, dos contornos negros se adueñan de la parte de abajo de sus ojos y su cara aparenta tener mucho más que casi 40 años. A su alrededor solo se encuentran varios platos llenos de migajas, tazas de té con el bajo manchado y libros, hojas, hojas... Debe de llevar trabajando aquí mucho tiempo.
-Ah, hola Evelin... Perdón, Ever -responde con la voz cargada de decepción.
No me sienta mal, es obvio que no esperaba ver a una adolescente que no hace nada más que hacerle preguntas, cuando está claro que lleva en este lugar casi todo el día haciéndose preguntas más importantes.
-Si estás ocupada podría volver más tarde -repongo medio dirigiéndome a las puertas de nuevo.
-No, no te preocupes. Pasa, te haré un hueco -dice rápidamente.
Para cuando he vuelto a mirar hacía ella, se ha levantado del sofá gastado, enseñándome sin intención su camisa blanca arrugada y su pantalón lleno de manchas de té. Aparta documentos de un sillón para dejarme un lugar. Camino hasta que me posiciono en el pequeño sitio que ha podido ofrecerme y Lucinda me sonríe como puede, en el asiento que ocupaba antes de que la interrumpiera.
-¿Qué has estado buscando aquí? -quiero saber no por cortesía, sino porque me interesa.
-Información sobre Aquo -responde sin mucho entusiasmo.
-No entiendo muy bien de qué va eso de su fiesta o él, o lo que sea -admito un poco avergonzada.
Esta vez ella sonríe mostrando sus dientes, agarra el libro que estaba leyendo antes y se levanta de su sofá para acomodarse en el ala del sitio que ocupo. Inclina el libro para mostrarme su contenido.
-¡Vaya! -exclamo.
Es como un ordenador. Las imágenes se mueven como si en vez de un dibujo fueran un vídeo hecho a partir de líneas. Las letras se ordenan y desordenan a medida que tus ojos avanzan por la página. Es realmente increíble. En las fotos, veo a un niño pequeño que va creciendo en cada página, sus músculos se van desarrollando a medida que los años se arrastran por su vida, su cara se cubre de espinillas y le aparece una ligerísima barba. Hasta que el libro se acaba y aparece su fecha de nacimiento: 8 de Junio de 1997, Adams Chrystalle.
-¿Por qué buscas sobre este chico?
Empiezo a hacer cálculos y deduzco que dentro de unos días el chico cumplirá 16 años. Mi mente hace 'clic'.
-Apostaría mi pie izquierdo a que ese chico es Aquo -corrobora Lucinda con la idea que se había formado en mi cabeza.
-Pero si ya lo sabes, ¿por qué sigues buscando?
-Porque necesito saber quién es él, si puedo confiar en él, si de verdad es el Elemento Agua y que por una mera intuición no arriesgaré a los demás Elementos.
-Tú intuición te llevo a los demás, ¿por qué esta vez iba a ser diferente? -digo intentando animarla, dado que la veo tan derrotada y cansada que creo que lo necesita.
-Porque ahora voy a enviar a cinco de los ocho Elementos a buscarle, a una fiesta llena de seres mágicos que pueden reconoceros y poneros en peligro, donde existe el ochenta por ciento de posibilidades que haya Oscuros.
Trago saliva. No sabía eso.
-¿Oscuros? ¿Desapercibidos?
-Es una fiesta de cumpleaños con temática de máscaras, ocultaros será fácil. Deberéis esconder vuestros amuletos, eso sí. Ah, pero los Oscuros irán también escondidos, tendréis que ser precavidos.
Todo esto lo dice como una lista que ya tuviera preparada en su cabeza desde siempre. Ni si quiera me mira, sigue hojeando las hojas de esos libros.
-¿Por eso quieres que aprenda a pelear y a defenderme?
-Exacto, Ever. Pero eso te lo tendría que enseñar tu compañero, yo no puedo hacer nada en ese aspecto. Solo puedo guiaros a entender lo que sois, a asegurarme que no os pasa nada, dirigiros...
-¿Entonces tú le enseñaste a Kyle a meterse en los pensamientos de los demás? -pregunto automáticamente.
Levanta su cabeza de golpe, algunos mechones del cabello se le salen de la corta coleta por un movimiento tan brusco. Su semblante me dice que está interesada, así que sigo hablando:
-¿Y a Rose también?
-Eso no funciona así -cierra el libro y lo deposita sobre otro montón de papeles a sus pies-. Es un don con el que solo algunos de los Elementos a lo largo de las generaciones han adquirido. Pero somos muy afortunados teniendo los poderes psíquicos de Kyle y Rose. En algunas ocasiones ni si quiera un Elemento los tenía.
>>Tu compañero de Esencia puede saber lo que piensas con solo con concentrarse en ti, lo que deduzco que ya ha pasado para que sepas lo que pueden hacer. Rose tiene la capacidad de enseñarte a Ver y cambiar tus pensamientos o recuerdos. Bastante útil en una pelea. Pero por desgracia, si lo usan muy a menudo en una disputa con los Oscuros, irían perdiendo su energía poco a poco. Además, esto no se desarrolla solo, como arder o controlar el agua... Sino que tienen que practicar mucho tiempo para poder ejecutar ese don y controlarlo sin dañar su propio cerebro de forma permanente. Eso es en lo que yo les puedo ayudar en cuanto a entrenamientos.
Bien, vamos avanzando. Ha logrado responderme a algunos interrogantes. Además parece bastante complacida de que me interese sobre esto.
-Y... ¿alguien podría manejar ese tipo de poderes sin entrenamiento?
Ella abre mucho los ojos, pero luego vuelve a la normalidad.
-Supongo que sí se podría. Pero, ¿por qué me preguntas eso, Ever?
-Oh, es que verás...
Entonces le cuento lo más resumido que puedo como impedí que Kyle se entrometiera en mi, y como escarbé sin querer en la vida de Sammy.
Se hace un silencio tan intenso que parece papable si alargara un centímetro la mano. Su cabeza parece a punto de estallar, se queda con los ojos en blanco y con la boca ligeramente abierta.
-¿Y bien? -digo al fin.
-Deberás haberte equivocado. Eso no puede ser -contenta atropelladamente.
Salta de su asiento y me agarra de la manga de mi sudadera, levantándome también de mi sillón.
-Creo que Kyle te espera para entrenar. La cena empieza a las nueve y media.
Abro la boca para reponer algo como: ¿pero qué cena ni que cena?, ¿has oído lo que te he dicho? Pero ya es demasiado tarde, hemos llegado a las puertas dobles de la biblioteca y está cerrándome en las narices.
-Pero...
Veo madera vieja delante de mis ojos en vez de Lucinda y oigo el clic de la puerta en vez de su voz.








Kyle golpea un saco de boxeo con ambos puños cuando entro a la sala. Ni si quiera se da cuenta de mi presencia. Su pelo marrón está cubierto de sudor, que chorrea hasta sus sienes. Sus ojos color miel mezclados con el color del amanecer, están concentrados en el saco rojo, mientras que sus oídos escuchan música de unos cascos, conectados a un aparato, enganchado a su en vez en su pantalón de baloncesto azul oscuro. Los músculos de su cuerpo están perlados por el sudor, y se mueven mecánicamente (supongo, al ritmo de la música) tensándose y destensándose. Sus zapatillas chirrían contra el suelo, siendo este el único sonido de la estancia a parte de su respiración entrecortada. Cada vez que asesta un golpe, su ira sin sentido parece aumentar con cada mota de polvo que sale del pobre saco.
Me trago mis posibles pensamientos y dejo que mis pies me conduzcan detrás del saco de boxeo, sin si quiera pensar en su probable enfado por lo ocurrido esta mañana.
Tampoco se da cuenta de mi presencia. ¡Pero si he pasado por delante de sus narices!
Agarro el saco deteniendo su onda cinética, me sorprende que no me tire hacía atrás teniendo en cuenta la fuerza de los espaguetis que tengo como brazos. Realmente me sorprende.
Kyle saca la cabeza por detrás de la masa que nos separa con la cara descompuesta de ira. Estoy francamente asustada hasta que sus facciones se relajan al verme. Salgo de mi posición y me coloco a su derecha, de forma que le veo solo el perfil. Después de echarme una rápida ojeada (que hace que me vuelva a sonrojar y me enfurezca a la vez) continúa su ritual de golpes.
-¿Dónde estabas? Te he dejado hace unos cuarenta y cinco minutos en...
No ha querido continuar la frase. Trago saliva, mis mejillas se tiñen del color de las hojas en otoño, pero él simplemente vuelve a posar los ojos en mi, como si estuviera recordando algo. Pocos segundos después sacude la cabeza a la vez que da otro puñetazo al saco y me armo de valor para hablar:
-Fui a hablar con Lucinda.
-¿Qué?
-He dicho que fui a hablar con...
-Ya, ya te he oído -me interrumpe él parando de agredir a su objetivo- ¿Qué le has dicho?
Esta vez se gira de forma que me mira directamente a mi, haciendo que me vuelva a sentir visible y observada, esa sensación que odio. Uno de sus puños aún está cerrado y sus nudillos correspondientes blancos como la nieve en invierno; parece bastante nervioso.
-Simplemente fui a preguntar algunas dudas, eso es todo -repongo encogiéndome de hombros, para quitarle hierro al asunto.
Ojos Increíbles suelta aire disimuladamente, pero no lo suficiente, dado que yo no puedo parar de analizar sus movimientos. A continuación, gira sobre sus talones y se dirige al fondo de la sala de entrenamientos sin una palabra más. Permito a mis ojos que le sigan de cerca, veo como desconecta los auriculares de su iPod y los enrolla sin miramientos. Tantea la pared degradada hasta que da con lo que busca. Empuja levemente con su cuerpo en ese punto y para mi sorpresa, una portezuela secreta cede ante su peso y se introduce dentro. Me quedo unos angustiosos segundos en silencio. No parece enfadado, es más, parece normal. Bueno, todo lo normal que puede ser Kyle. Se oyen unos cuantos golpes, una palabra, un sonido eléctrico y acto seguido los altavoces empiezan a sonar con Titanium de David Guetta.
Él sale sonriente de la sala secreta y se hace oír por encima del sonido ensordecedor de la música:
-¿Mejor así?
No puedo evitar sonreír yo también, y le levanto el dedo pulgar en señal de aprobación. Entonces aumenta su sonrisa y se dirige hacía mi corriendo.
-He pensado -vuelve a decir gritando ya a mi lado- que no sería útil enseñarte el manejo de las armas ahora, tenemos poco tiempo y no vas a llevar un arco a una fiesta. Así que, voy a cumplir tu deseo alocado y voy a enseñarte a pelear cuerpo a cuerpo.
Me cuesta un tiempo asimilarlo, pero ciertamente, tiene más lógica. Así que le vuelvo a hacer un gesto afirmativo.






El muchacho levanta la mano en señal de rendición. Me encuentro sentada a horcajadas sobre su pecho con la parte exterior del antebrazo en su garganta y mi rodilla en su estómago. De repente me abrumo por su cercanía y aparto mis extremidades de sus puntos débiles. Cuando ya estoy de pie, le tiendo una mano que él acepta a regañadientes.
Entre miles y miles de consejos de como colocarme, de como interceptar el movimiento de mi atacante, de como averiguar sus puntos débiles y como aprovechar al máximo mi ''vista milagrosa'', según Kyle, pasaban las horas en Londres. Las tonalidades pasaban desde la luz clara de las cinco de la tarde, pasando por el naranja del atardecer hasta la oscuridad completa de media noche.
Intenté preguntarle a Kyle el porqué de la música, él simplemente me dijo que a él le ayudaba a canalizar su ira, a motivarse, luego se quedó callado de forma pensativa, estaba a punto de decir algo más.
Pasadas las primeras horas él bajo el volumen, ya que nos empezaba a doler la cabeza y a que Albert pasó a regañarnos, pero se seguía pudiendo oír el sonido de las voces del cantante.
Ahora mismo acaban de marcar las tres de la madrugada y mi cuerpo está exhausto. Kyle luce su camiseta de tirantes empapada de sudor y algunos moratones que le he hecho yo. No he parado de pedirle perdón desde que le di el primer golpe.
-Eveline, estás lista para patear culos -comenta él.
-Yo diría que hoy he pateado tu culo -afirmo sonriendo.
Kyle finge que me lanza una mirada enfadada, aunque los dos sabemos que no es cierto. Con las horas que he pasado junto a él, además de aprender a luchar y he aprendido lo que significan sus miradas, sus expresiones y sus movimientos. He llegado a aprenderme de memoria su forma de andar.
Su reproducción aleatoria ha decidido poner a Gabrielle Aplin con The Power of Love, en seguida suaviza su mirada, sus ojos se oscurecen y brillan a la vez. Yo también le miro. Nos quedamos así unos segundos, en los cuales ninguno de los dos parece respirar. Es uno de esos momentos de las películas, en las que los enamorados se devoran con los ojos y empieza a sonar la canción cursi. Solo que esto no es una película, ni estamos enamorados, ni está canción es cursi sino preciosa y no nos estamos devorando solo nos miramos expectantes.
Me tiende la mano.
-Es una fiesta, así que deberías saber bailar también -dice Kyle en un susurro.
Extiendo también mi mano. Él la agarra y la sube hasta que está en su cuello. Imito lo mismo con la otra. Sus dedos rodean mi cintura y me atrae contra sí. Mi mejilla se apoyada contra su hombro. Huele a sudor y a Kyle. Cada retazo de piel suyo que me roza, envía a mi sistema una pequeña descarga. Hay una alerta en mi cabeza,  pero estoy cansada de escucharla, así que simplemente me dejo mecer por su cuerpo y por la voz de Gabrielle.

''Flame on burn desire, love with tongues of fire.''

Creo que le he pisado varias veces, dado que no sé bailar, pero a él no parece importarle mientras su barbilla repose sobre mi cabeza. Sé a ciencia cierta que no deberíamos estar así, porque él me ha dejado claro que no va a haber nada entre nosotros y yo me he repetido muchas veces que mi corazón realmente no bota más veces dentro de mi pecho cuando le tengo así de cerca.

''When the chips are down I'll be around with my undying death defying love for you.''

-Kyle...
Él emite un leve gruñido como respuesta.
-Me estoy quedando dormida sobre ti.
Noto como sonríe contra mi pelo.
-¿Te aburro tantísimo, Eveline? -pregunta bajando la voz.
-En realidad es que llevo unos ocho horas dándote patadas y bloqueando tus golpes, así que... -suelto un bostezo y Kyle emite un ruido parecido a una carcajada.
No se aparta de mi, y no sé si me molesta o lo agradezco.
-Kyle...
-Eveline...
-Sé que debería cerrar el pico y...
-Sí, preguntas muchas cosas.
-... te prometo que es lo último que te pregunto -continuo pasando por alto su intromisión- ¿No me odias por lo de esta mañana?
Kyle se tensa. Apreta sus manos demasiado sobre mis caderas y creo oír chirriar sus dientes sobre mi.
-Ojalá pudiera odiarte -se limita a contestar.
¿Por qué me dice estas cosas? Me confunde mucho. Y ni si quiera debería pensar en él, creo que tenía que salvar el mundo o algo de eso. Bostezo una vez más.
-Eveline.
-Kyle.
-¿Me prometes que no le vas a decir nada a Lucinda sobre que eres una máquina de matar y tampoco sobre lo de que tienes poderes psíquicos como Rose y yo? -pregunta dudoso.
-¿Por qué? -quiero saber.
-No puedo decírtelo, haz esto como acción de confianza hacía mi -susurra contra mi oreja.
Asiento demasiado cansada como para hacerle un interrogatorio. Pero la reacción de Lucinda de esta tarde, me hace obedecer a Kyle ahora mismo.

''Purgue the soul, make love your goal, make love you goal...''



Lo siguiente que recuerdo es que de verdad me quedé dormida sobre el pecho de Kyle. Me cogió en volandas de una forma exageradamente delicada. Y ni si quiera pude intentar acallar mi corazón cuando noté que mi nariz tocaba su cuello. Ni si quiera pude responder a que me besara en la frente cuando me dejaba en la cama. Ni si quiera pude reaccionar al sonido triste del piano que sonaba al otro lado de mi pared, en su cuarto, una y otra vez.











viernes, 31 de mayo de 2013

Capítulo 10.

-¿Ya estás dentro?
-Sí -grito desde la bañera.
El agua ardiente se acomoda a mi cuerpo cubierto de un bikini blanco básico que me ha dejado Rose. Usa una o dos tallas más que yo porque claro, donde ella es curvas perfectas y pechos, yo soy más bien copa B y escasas curvas. Además de que mi intimidad quede limitada por ese bikini, hay por lo menos 10 centímetros de espuma, que ayudan a esquivar las miradas de la recién llegada Rose.
-¿Se está bien? -pregunta sentándose en una banqueta de madera cerca de la espaciosa bañera.
Emito un gruñido de satisfacción con los ojos cerrados como respuesta. A lo que ella corrobora con una sonrisa.
-Te dije que el agua caliente y esas velas-continúa señalando a las velas de tonalidades violetas- son mágicas.
Realmente tenía razón. Su cuarto de baño (ni si quiera sé porque acepte a bañarme aquí) es igual de sencillo que el mío. En cambio, sus paredes blancas están rebosantes de baldas de distintos colores: azules, verdes, moradas, amarillas, rosas... Descubrí casi de inmediato para qué servían. Con un encendedor, hizo que las miles de velas que se encontraban encima de las coloridas baldas, prendieran un fuego acogedor. Después, apago la luz artificial que brotaba de una bombilla, de forma que solo estábamos al calor de esas velas que desprendían un olor gratificante y una sensación de hogar acogedor. Si a eso le sumas, estar sumergida en agua caliente, un piano sonando en el piso inferior, con Rose ofreciéndote una cuchara con la que comer helado de chocolate, es un pequeño paraíso.
-Bien. ¿Podrías contarme qué te ha pasado ahí dentro? -corta ella de repente cuando estoy apunto de introducirme la tercera cucharada en la boca.
Suspiro pesadamente. Dejo la cuchara manchada de helado en el borde de la bañera y me sumerjo en las aguas perfumadas. Cuando vuelvo a salir a la superficie, froto mis ojos, preparándome para esto.
-¿Por qué debería contártelo? -inquiero acomodándome en el respaldo de la bañera.
-Soltar toda la mierda y no guardarla dentro siempre viene bien -responde metiendo la cuchara en su boca.
Asiento silenciosamente.
-Tenía quince años. Mis... esto... padres, estaban muy nerviosos desde que se acercaban mis dieciséis. Yo creía que era el miedo de que su hija creciera o cosas por el estilo, aunque supongo que sería por un rollo de los Elementos...
-A los dieciséis es cuando nuestros sentimientos empiezan a interferir en nuestra Esencia -corfima Rose.
-Supongo que ellos lo sabrían. Dos fines de semana antes de que cumpliera los años, querían que fuéramos a la montaña. Me negué rotundamente -Cierro los ojos. Sé que lloraré si los abro -. Entonces, cuando volvían de allí con mi hermana Holly, me llamaron muy preocupados, preguntaban una y otra vez si me encontraba bien. Luego solo oí como sus neumáticos chirriaban contra el asfalto y el grito que nunca olvidaré, el grito de Holly. Un grito tan... desgarrador -me paro en seco, abriendo en los ojos.
>>Telefoneé a la policía cuando la llamada con mis padres se había cortado. Lo que más recuerdo es la culpa. Nunca te abandona. Es una sensación tan horrible. En mi cabeza solo cabía la idea de la cabellera rubia de mi hermana, las gafas en la punta de la nariz de mi padre y los ojos marrones de mi madre. ¿Sabes qué es devanarte los sesos pensando en si están bien? ¿En si están vivos? Las personas que más quieres en el mundo... Durante toda la noche me abracé a mis rodillas, sin parar de llorar, hasta que la policía llamó a la puerta.
Creo detectar que traga saliva, hago caso omiso de eso.
>>No pudieron hacer nada. El coche rodó montaña a bajo. No encontraron a mi hermana. A partir de ahí todo fue demasiado lento. La policía cogiéndome en brazos y llevándome a comisaria, psicólogos, amigos de la familia, no vinieron mis antiguos amigos, solo desconocidos que creían poder ayudarme. El día de mi cumpleaños, fui trasladada a un orfanato. Allí empezaron los sueños. Siempre tenía el mismo, un lago helado con mi hermana sumergida en él, sin poder salir. Entonces empezaba a brillar, pero Amalia, la dueña del orfanato, siempre me despertaba y consolaba. Así empezó mi segundo hogar. Cogí cariño rápidamente a Amalia, le ayudaba con la comida de los demás huérfanos, le contaba retazos de mi vida anterior, me acompañaba a hacer fotos... Pero no tardó en cambiar. Poco tiempo después de cumplir los diecisiete, Lucinda empezó a visitarme. Y bueno, me terminó adoptando. Creo que el resto ya lo sabes.
-Vaya yo... -balbucea Rose.
-No. No digas que lo sientes -repongo antes de que termine.
Rose se queda en silencio. Clava sus ojos verdes en los míos y me transmite con la mirada el dolor que siente por mi. Lo siente de verdad.
Sigo contándole todo desde el taxi. Le cuento las chispas en los dedos, le cuento lo sucedido con Mathew, le cuento que intuyo que él y Kyle comparten un pasado, le transmito que este último no me habló de Holly para hacerme estallar en llamas, sino que me besó. Le cuento todo lo que me ha pasado aquí. Le cuento como me siento desde que llegué aquí. En todo ese tiempo, las velas se van consumiendo lentamente, la luz del atardecer va tiñendo el cuarto de baño, dejando una aurora rojiza al agua -que ya se está enfriando-de la bañera. Solo entonces, articula con un hilo de voz 'estás herida'.
Después de guardar otro silencio para nada incómodo, empiezan a sonar voces en el pasillo de Tierra, pero solo creo diferenciar una femenina.
Rose suelta mi mano sonriendo y se incorpora de un salto, a la vez que suena como se cierra la puerta de su habitación. Reparo en que la espuma que impide que vean más de lo que yo querría se estaba desvaneciendo, así que agarrando el extraño cacharro de Rose y empiezo a girar su manivela, haciendo más burbujas perfumadas a toda prisa.
A continuación, se abre la puerta del baño dando paso a una maraña de pelo azul, con un ligero camisón blanco. Antes de reparar en mi, sus ojos brillaban enormemente al ver a Rose, luego sus ojos del mismo color que su pelo, se turbaron al divisarme en la bañera.
-¿Qué hace Fuego en tu bañera? -pregunta en vez de saludar. Distingo un reproche en su voz, al que relaciono con el enfado.
-Ever -corrijo girando la cabeza hacía ella.
Sammy se encoge de hombros, como si no fuera suficiente importante recordar mi nombre.
-Necesitaba helado, velas y agua -responde Rose con normalidad.
Al segundo, la expresión dura que conocía de Sammy se vuelve a normalizar, y su boca hace una mueca de comprensión. Se acerca a Rose y ambas se sientan al borde de la bañera, cerca de mi cabeza.
-Vaya, creía que otra inocente niña había caído en la trampa de Rose, de bañarse en su baño, drogarla con helado de chocolate, contarle sus problemas y luego hacer trocitos su cuerpo muerto para dárselo a mi Robin -dice Sammy con tono serio.
Trago saliva y las dos estallan en carcajadas.
-Robin es mi perro, tranquila. Ah, y creo que Rose no hace películas de SAW en su tiempo libre -añade después de reírse un buen trecho.
-¿Podéis tener mascotas aquí?
-No, así que -y pone su dedo índice en sus labios para pedir silencio.
Asiento poco convencida. Mi cabeza zumba en la situación surreal que tengo delante de mis ojos. Totalmente fuera de lugar. Pero a veces la confusión es extrañamente divertida. Aunque su sentido del humor es también extrañamente confuso.
-No es muy habladora, ¿verdad? Oh y se ha cortado el pelo -añade señalando mi cabello carbón-. Te sienta  bien, Fuego.
Estaba a punto de volver a decir que me llamará Ever, pero cierro la boca y la tuerzo en una sonrisa tímida. Sin darme cuenta había llevado mi mano al lugar donde mi pelo se rizaba, cerca de las puntas.
-Bueno, es un cambio menos drástico que teñirse de azul, pero me sirve.
Ella eleva las comisuras de sus labios, imitando a Rose, que parece ser que siempre sonríe.
-¿Has deducido que me teñí al llegar aquí solo con mirarme? Impresionante.
Yo me encojo de hombros como diciendo 'yo he hecho lo mismo'.
-Necesitaba sentir que pertenecía a esto -decimos las dos a la vez.
Rose se nos queda mirando a las dos con los ojos llenos de incredulidad.
-¿Soy la única que piensa que esto da bastante mal rollo?
Esta vez yo también suelto una pequeña risa con ellas.




La tarde terminó siendo como si fuéramos amigas de toda la vida. Pusieron más agua caliente en la bañera, para que pudiera quedarme ahí hasta que me cansará, y ellas misma lavaron mi cabello aunque yo insistiera en lo contrario. Masajearon ambas a la vez mi cuero cabelludo mientras Sammy ''contaba'' su historia. Comprendí de una forma que no hice antes, su mirada agria de cuando la vi por primera vez.
<<Sus padres eran del Mundo Mágico, y ella también lo era. Mathew debió de confundirse, porque Sammy nunca hablaba de su pasado, así que imaginé que Mathew debió de suponer que provenía del mundo de los humanos. Como yo, como Ithan (que según las chicas era un solitario que no salía de su planta nunca).
La historia de Sammy, era muy diferente. Era fruto de la relación de una sirena y un brujo. Al parecer, el brujo y su madre, se habían enamorado loca y perdidamente. El brujo había salido una mañana a rodear la isla Arboleda (la principal del mundo mágico, según entendí las explicaciones de Sammy) en su barco. Curiosamente, se cruzó con un... ¿banco? ¿grupo? No sabría decirlo bien, pero digamos que se cruzó con una pandilla de sirenas. Era algo natural en su mundo, pero se quedó prendado de la más hermosa de todas, una medio pez-medio-humana con el pelo azul cubriéndole los pechos y su cola repleta de escamas plateadas que brillaban como diamantes bajo la luz del sol. A la sirena le pasó lo mismo con el brujo, no podía apartar sus ojos de su rostro aparentemente humano. Así que, siguiendo únicamente sus instintos, abandonó a sus hermanas sirenas, y siguió al barco cantando hermosas melodías que carecían de una intención malvada como las leyendas contaban. Las sirenas del mundo mágico no utilizaban sus dotes cantarinas para ahogar a caballeros inocentes, había dicho Sammy.
Pasaron los años, y el brujo salía cada amanecer para encontrarse con Ocean, así se llamaba la sirena. Daban largos paseos por las orillas de la playa, él en la arena, ella en el agua. Compartían secretos, canciones, historias... Parecían estar destinados a encontrarse, algo que en el mundo mágico significaba almas gemelas. Una vez encuentras a tu alma gemela, no puedes amar a nadie más, así funciona ahora mi nuevo mundo. Una lástima que el humano no sea así.
Se amaban tan intensamente, que el brujo buscó y encontró un hechizo para que ella pudiera tener pies y al fin tocarse sin tener como medio el agua. Y así fue. Todo fue perfecto cuando se casaron. Todo parecía ir a la perfección incluso cuando ella quedó embarazada de Sammy. Nunca habían sido tan felices. Se mudaron al embarcadero, donde construyeron una casa para ver crecer a su hija. En aquel precioso lugar, creció Sammy, desarrollando los poderes que contenía en su interior con los que podía manejar las aguas, pero siempre ocultando esto a su padre. Cuando cumplió los 13 años, Ocean le advirtió que si él se enteraba de los poderes que poseía, no dudaría en matarla, por muchos lazos de sangre que los unieran. Y eso harían todos los Oscuros con los que se pudiera topar. Le había relatado con ríos salados corriendo por sus mejillas, que su padre, debido al resentimiento que sentía hacía los Elementos por mofarse de su magia, había elegido compartirla con los Oscuros. La pequeña Sammy acabó comprendiendo por qué su madre le advertía todo esto: ella era la siguiente Elemento Agua. Y no debía estar allí cuando sus sentimientos controlarán sus poderes, sino el nuevo Oscuro que convivía con ella, no dudaría en poner punto final a su vida. 
Sammy siempre había soñado con vivir algún día las aventuras que se relataban en el Mundo Mágico sobre los Elementos. Pero no imaginaba que detrás de estos emocionantes riesgo, se encontraba dejar su hogar, y con él, a su madre, y todo lo que ella había conocido. Dejó una carta cuando cumplió 15 años, escondida en la ropa de su madre, explicando que había tomado la decisión de irse en busca de la nueva Sede de los Cuatro Elementos, afirmando que aunque ella hubiera callado lo que su cabeza chillaba, sabía que no podía ser de otro modo. ''Solo me lamento de no haber escondido mejor la carta, si mi padre ha llegado a encontrarla...'' comentó Sammy con la voz quebrada.
Buscó durante meses, hasta que un día, descansando en Hyde Park, Rose la encontró jugando con el agua de una fuente. No había muchos humanos paseando a aquellas horas, por lo que Rose no intervino inmediatamente. Espío algunos minutos como hacía subir y bajar el agua con un leve movimiento de muñeca, como hacía bolas y las tiraba a los árboles con cierto desdén. Entonces, cuando una pareja se acercaba por el camino que llegaba a la fuente, agarró a Sammy de la muñeca con fuerza y le tapo el grito que surgía ya de sus labios. Cuando ya hubieron pasado de largo, le dijo que había visto lo que podía hacer con el agua y que solo había un ser todo el Mundo Mágico que pudiera hacer eso. Entonces, Rose para convencer a la chica de pelo recién teñido de azul, de que no era un Oscuro ni quería hacerle daño, hizo crecer un árbol simplemente tocándolo con la punta del dedo y cerrando los ojos. Sammy, atónita, no tuvo otro remedio que creerla y seguirla hasta la Sede. Allí solo vivían Lucinda, su hijo, Albert; Ithan con Rose y un extraño chico de ojos color atardecer.>>
Ahogo un grito.
Sammy suelta aire con una expresión alarmante en el rostro.
-¿Qué ha pasado? -grito aterrorizada.
Sé a ciencia cierta que Sammy no ha contado todo eso, ha sido como verlo, ha sido como si pasaran su vida y sus recuerdos a cámara rápida.
Rose está inmóvil, con las manos llenas de champú. Sammy tiene la boca abierta y los ojos desorbitados.
-Has... -susurra.
Me alejo de golpe de ellas, como si fueran monstruos. No entiendo nada de lo que ha pasado, cómo he...
-¿Qué ha pasado? -repito al borde de un ataque de nervios.
-Tú. Eso ha pasado.
Rose parece estar perdida en la conversación, solo sabe que las dos chicas que la acompañan en su baño están atónitas.
-¿Yo? ¡Yo no he hecho nada!
-Claro que lo has hecho. Lo he sentido. ¡Te he sentido dentro de mi! -repone Sammy con una tranquilidad alarmante.
Comprendo que me he metido dentro de su mente. He usurpado su propia privacidad sin tener idea de como. He hecho lo que se suponía que había sido el detonante para que acabará metida en el baño de Rose.
Me giro de repente, mis rodillas tocan el duro suelo de la bañera, mi espalda está tan recta que podría ser una regla.
-No sé como ha pasado, Sammy, de verdad... Yo... De verdad que no sabía que pudiera hacer eso, ni si quiera he sabido como pararlo.
Ella me mira a los ojos, azul y verde se mezclan en un estallido de confusión.
-¿Ever ha purulado por tus recuerdos? -pregunta Rose. Habrá unido las piezas de nuestras palabras, deduzco.
-Sí, pero ha sido extraño. Ya han entrado antes dentro de mi mente y noté cada célula de mi cuerpo retorcerse y resistirse al sentir como entraban. Pero ella... -se detiene pensativamente- lo ha hecho sin si quiera darme cuenta. No he notado nada fuera de lo normal. ¡Ha sido espectacular!
Salto en la bañera cuando exclama lo último.
-¿No estás enfadada?
-En absoluto. Eres demasiado inexperta para saber lo que has hecho, lo que lo hace más impresionante aún. Además no me has mirado como si te diera pena.
-Espera, espera. ¿Sabe lo de Ocean y el Oscuro? -inquiere Rose mirándome con los ojos abiertos.
Asiento delicadamente, con miedo.
Sammy arruga la nariz en dirección a Rose, esta última le agarra la mano y apreta levemente. Aparto los ojos, porque soy consciente de que es un gesto demasiado íntimo. Ya he invadido por hoy la vida personal de Sammy lo suficiente.
-Hace algunos meses seguramente hubiera matado a cualquiera por saber si quiera que vengo de Arboleda. Pero si Rose confía lo suficiente en ti, para otorgarte el honor de que te bañes en su bañera, yo debería darte un voto de confianza. Además, sospecho que si no me has dicho algo como 'oh vaya, lo siento'-esto lo dice con voz de pito- es porque habrás pasado una situación que te haya hecho cambiar eso. Y yo nunca mataría a una persona que ha sido desgraciada alguna vez, hasta que después de ello no haya sido feliz en su totalidad. Y si estás aquí, con las velas de Rose, deduzco que eso no ha pasado mucho.
Cuan de razón, querida, cuan de razón.






Poco después, salieron por la puerta, dejándome a solas, para que me quitará el bikini y envolviera en una toalla. Y eso hice. Salí de la bañera, aún con espuma resbalando por mi piel, sintiéndome rara. Mientras cojo una toalla y la enrollo debajo de mis axilas, no paro de preguntarme de qué modo vi toda la vida de Sammy, incluida la de sus padres. Ni si quiera sabía cómo se hacía y ahí estaba yo, mirando todo lo que residía en esa cabezita azul. Debería preguntar a Lucinda o a Albert qué pasa, o cómo controlarlo o... O hacer algo. No creo que sea buena idea dejarme al mando de algo que podría dañar a personas o a otros seres, incluso a mi misma.
Escucho sin querer las voces de Sammy y Rose en la habitación continúa, están hablando bajito. Seguro que sobre mi, o sobre algo de lo ocurrido en estos metros cuadrados. Pensar en eso me duele un poco, así que aparto la idea y me centro en intentar organizar inútilmente mi pelo.
En ese momento, las voces de Tierra y Agua se ven interrumpidas por una voz masculina. Una voz masculina con acento inglés. Una voz masculina irritada.
-¿Dónde está?
En un acto reflejo, apreto con fuerza la toalla a mi al rededor sin saber muy bien como reaccionar, si esconderme, si coger la alcachofa y apuntar hacía la puerta o... Ya es demasiado tarde.
Un pelo marrón oscuro y unos ojos color atardecer mezclados con la miel, aparecen sin aliento por la puerta.
Kyle lleva la ropa de esta mañana, y al rededor de sus increíbles ojos, hay semicírculos oscuros.
Le dejo mirarme de arriba a abajo, mientras su semblante enrojece visiblemente y sus ojos se entrecierran al llegar a mi cara. Todo esto ha pasado en apenas un segundo, suficiente para que Sammy y Rose lleguen a sus espaldas dando gritos como ''te dijimos que estaba ocupada'', ''¡llama a la puerta!'', pero él parece hacer caso omiso. Se dedica a volver a mirarme, recorriendo mi piel como si fuera la más preciada porcelana, no escatima en el detalle de mis piernas para volver a mirarme a la cara, donde mis mejillas son como luces de navidad. Soy consciente de que mis nudillos se asemejan al color de la toalla blanca que me rodea de aferrarla con tanta fuerza. Me aseguro a mi misma que esto no es normal. Debería echarle, y sin embargo...
-Hola -articulo tímida con la máxima dignidad posible.
Él tartamudea algo intangible. A lo que yo respondo con una sonrisa interior y las dos chicas que hay detrás de él sueltan una carcajada.
-Creo que es la primera vez que veo al mismísimo Kyle quedarse sin palabras -afirma Rose.
-Eh... Tenemos que seguir entrenando -se límita a decir susurrando.
-Oh, claro. ¿Pretendes que entrene únicamente con esta toalla o podría vestirme? -pregunto desafiándole.
Kyle clava sus ojos en los míos, dejándome apenas sin poder respirar. ¿Por qué crea este efecto en mi? ¿Se dará cuenta? Que estúpida, claro que se da cuenta, por eso está sonriendo. No le entiendo, una vez me protege, otra me besa, otra me tira contra el suelo y otra me recorre de arriba abajo como si nada. No debería confundirme. Crea demasiado impacto en mi. No puedo permitirlo.
-Sería muy gratificante verte entrenar solo con ese toalla y aún con el cuerpo húmedo, pero no sería muy caballeroso por mi parte.
Pongo los ojos en blanco. Menudo cerdo. Ahora soy yo la que tiene ganas de estampar a alguien contra el suelo.
-Te espero en el gimnasio -anuncia como despedida.
Y desaparece por la puerta, seguido por tres pares de ojos. Cuando los ojos verdes y azules, de Rose y Sammy, respectivamente, me piden disculpas, asiento rápidamente, abandono el cuarto de baño y también salgo por la puerta corriendo.
Malditos sentimientos. Callaros.



viernes, 10 de mayo de 2013

Capítulo 9.

Corro. Corro hasta que mis pulmones duelen. Corro hasta que todos los poros echen sudor. Corro hasta que he dado quince vueltas a la sala de entrenamiento. Corro durante veinte minutos sin descanso. Y todo porque tengo que quitarme de la cabeza lo desagradable que fui con Kyle. Podría ir simplemente a pedirle perdón, pero nunca le había visto así. Teniendo en cuenta el poco marco espacio temporal que hemos compartido, debería ser normal. Aunque tampoco es que sea muy normal que se te tire encima y grite de esa forma. Claro está, también, que me merecía una parte de eso. Gran parte. Quizás los gritos. Pero en parte era eso lo que quería: luchar contra él. Dios, ahora me confundo yo misma. No puedo confiar ni en mi cerebro.
Salgo de la sala llena de sudor. En cuanto llegue a mi cuarto, pienso pegarme un baño de esos que te relajan todos los músculos del cuerpo, con velas aromáticas... ¿tendrá Rose velas aromáticas? Seguro que sí. En menudas tonterías pienso para no pensar en lo que de verdad importa. Puede que después lea las cartas de... Trago saliva. No es buena idea, no estoy en condiciones. Mathew, eso es. Necesito ver a Mathew. Las sienes me palpitan con fuerza, las piernas parecen fallarme a cada paso que doy. Me tambaleo contra la pared. De repente me siento exhausta. Que raro, he desayunado bien.
Vale, esto no puede ser normal, no puede ser que por correr un poco tenga ganas de vomitar. No puede ser que no pueda aguantar mi peso corporal. 
O quizás sí. Porque caigo al suelo con la vista difuminada.





El lago helado. Todo está en paz. El hielo parece un plato blanco. Los árboles que rodean el agua, están esqueléticos, sus hojas hace tiempo que se cayeron. El inverno llena la hierba, dejándola marchita y cubierta de nieve. No suena nada más que mi respiración.
Y el crepitar de las llamas.
Otra vez el mismo sueño de siempre.
La misma vestimenta color invierno, el mismo escenario crepuscular, las mismas personas. Yo, ardiendo. Holly, mi hermana, sumergida bajo las profundidades heladas.
Un escalofrío me recorre desde la punta de los dedos hasta la coronilla. Por alguna razón, tengo la sensación de que debo despertar. Tengo que despertar. No llego recordar por qué, ya que me voy notando cada vez más entumecida. Pero de todas formas sé que tengo que llegar hasta Holly, tengo que salvarla. Solo es una niña, no puedo dejarla ahí.
Mis piernas débiles se arrastran como pueden sobre el hielo, con cautela y precisión. Ilumino todo a mi paso, como siempre, pero nunca derrito el hielo. Cuando llego a sus manos, mis venas hierven de ira. ¿Cómo alguien la ha podido dejar ahí? ¿Cómo es que no hay orificio de salida? ¿Cómo es que no puedo liberarla nunca? Ardo y ardo con más fuerza. Hasta que no me quedan más. Hasta que casi desfallezco. Ella sonríe. Sonríe de forma fría. Nunca me ha sonreído así. Aparto de un manotazo mental el cansancio y me concentro en entrecerrar los ojos.
Es solo un segundo.
Pero suficiente.
No es ella, su cara se ha deformado hasta formar un esqueleto siniestro. 
Ahogo un grito.




-¡Holly!
Salto como un muelle de la cama. Mi cuerpo se siente exhausto, pero no tanto como en el sueño. Que idiota había sido, ¿cómo podía haber picado en la misma trampa otra vez? Además, llevaba el anillo...
Espera.  El anillo. No lo noto.
Espera de nuevo, ¿qué hago en mi cama?
Espera otro segundo, ¿qué hace Mathew en mi cuarto?
-¿Ever? ¿Estás bien? -pregunta con el rostro ceniciento, recién vuelto de mirar por la ventana.
No respondo.
Miro a mi al rededor. Es todo normal, me siento un tanto cansada, pero todo está en su sitio.
-¿Qué haces aquí?
-Yo también me alegro de verte -respuso sonriente.
-En serio Mathew, ¿qué haces aquí? ¿Dónde está el anillo que llevaba? Y... ¿cómo he llegado a la habitación?
Él sale de su posición, se acerca a mi lecho y cuando llega lo suficientemente cerca, apoya su peso en la cama, muy cerca de mi.
-Te encontré en el pasillo dormida. Pensé que Kyle te había machacado en el entrenamiento, estabas bastante sudada -me sonrojo visiblemente y poco a poco saco los pies de la cama, de forma que estoy sentada a su lado-. Pero él no estaba en ninguna parte. Así que te cogí en brazos y te llevé a tu cuarto. No avisé a Lucinda porque se iba a preocupar en vano, solo estabas dormida, teniendo un sueño bastante agradable, porque cuando te dejé en la cama, empezabas a arder literalmente. Así que me quede aquí contigo, hasta asegurarme de que estabas bien.
''Sueño agradable''. Esas palabras suenan en mi cabeza como si fuera un eco lejano.
-¿Me cogiste en brazos? -inquiero.
-Bueno, no te iba a cargar como un saco al hombro -rebate encogiéndose de hombros.
-Supongo -digo dubitativa-, pero ¿no llevaba ningún anillo?
Solo durante un instante creo ver cambiar su rostro, pero debe de ser mi imaginación, porque al poco tiempo, sus ojos vuelven a su expresión serena de siempre y su boca se curva en una sonrisa.
-Debes de referirte a este -indica mientras se saca el anillo que me entregó Kyle la noche anterior de un bolsillo-. Entré para buscar a Kyle en la sala de entrenamiento y vi un destello rojizo en el suelo. Se te debió de caer.
Creo que estaba muy cansada para notar que me faltaba el anillo después de que Kyle se fuera súbitamente. Seguro que se me cayó corriendo.
-Espera, ¿Kyle se fue?
Caramba. He pensado en voz alta.
-Sí bueno... -carraspeo incómoda- Le dije algunas cosas muy feas. Me gritó y se fue hecho una furia.
-Él tampoco es que diga cosas muy bonitas -repone Mathew-. De todas formas tampoco suele perder la compostura muy rápido. ¿Qué le dijiste?
Agacho la cabeza. Seguro que él también se enfadara cuando sepa que le hablé de él a Kyle. Sin querer mi boca se abre y hecha a borbotones todo lo que ocurrió desde que llegué a la sala de entrenamiento. Las flechas, las preguntas sobre su pasado, que se me echará encima gritándome aquello. Evito la parte en la que comentó que nos besamos.
Intento no alzar los ojos, no quiero ver su expresión. No quiero que me diga que he sido una idiota. No necesito eso ahora mismo.
Pero no hace eso, se acerca a mi y con su mano apoya mi cabeza en su hombro. Suelto un suspiro.
-¿No me vas a decir que he sido una estúpida? -susurro con un hilito de voz.
-Hay una delgada línea entre ser estúpida y valiente. Opino que eres más valiente que otra cosa, little burning girl.
Sonrío contra su hombro.
-Aunque quizás estúpida no sea lo más apropiado. Una chica que clava flechas en sus primeros tiros es... bastante inteligente.
Vaya.
-No debería estar apoyada en tu hombro -se me ocurre decir.
-Entonces, ¿por qué no te apartas? -pregunta torciendo el gesto de forma que su barbilla roza mi coronilla.
-Echaba de menos sentirme segura -admito.
Y es cierto. Tan cierto como que en Londres llueve siempre, o como que en primavera salen las flores, o como que las canciones se acaban. Desde que murieron los padres con los que pasé toda mi vida, he cambiado de hogar demasiadas veces, he respondido a preguntas dolorosas y he asimilado cosas aún peores. En todo ese espacio de tiempo, las únicas personas que me han hecho sentir así, han sido Amalia, Mathew y... Quizás el Kyle del taxi. Dos de ellos se han marchado.
-¿Te hago sentir segura?
-Me inspiras confianza y seguridad. Algo que no he sentido durante un año. Siéntete afortunado -añado medio en broma medio en verdad.
-Me siento afortunado -asegura.
Su mano se separa del colchón y guía a su brazo al rededor de mis hombros. Lo deposita con cuidado, como si fuera un animal al que le fuera echar una foto. Me tenso bajo su tacto. Acto seguido, ejerce una fuerza curiosamente delicada, de forma que reduce la distancia que queda entre nosotros.
-Gracias por esto Mathew.
-¿Para qué están los amigos sino?
''Amigo'', ¿desde hace cuánto tiempo que no tengo a alguien así?
Con cuidado, abre mi mano y deja en ella el anillo de piedras fogosas, luego cierra la suya en torno a la mía para que no caiga la joya.
Después de eso me obligo a relajar los músculos y a adaptarme a su clavícula.
-Antes has gritado un nombre -comenta en voz baja.
No, no quiero hablar de eso. Todo mi pasado saldrá a la luz y se supone que no iba a permitirme ser débil.
-Mathew, yo... -intento articular, pero mis palabras se quiebran como cristales.
Él lo nota y cambia el rumbo de la conversación:
-Entiendo: past. Todo el mundo tiene uno y no todos quieren revelarlo -se detiene-, ¿estarás bien? Tengo que ayudar a mi madre en la cocina.
-Estoy bien. O lo estaré.
Separa su brazo de mi cuello, desliza su hombro por mi barbilla, luego siento que el colchón recobra su forma original después de que se levante de él. Me revuelve el pelo.
-Te queda bien el pelo así-susurra.
Mis mejillas adquieren un color rojizo y lo noto. Bajo la cabeza de nuevo, consciente de que sonríe ante mi repentina colorización.
-Gracias -respondo en el mismo tomo.
Se dirige hacía la puerta con intención de marcharse, cuando la abre, oigo otra voz masculina:
-Umm, ¿Mathew? -También tiene acento inglés.
-Kyle -responde él con la voz pintada de indiferencia.
Una gama de palabrotas flota en mi mente. ¿Qué hace aquí? Ah claro, su habitación está en este pasillo. No quiero enfrentarme con él ahora. Basándome en su reacción, diría que no quiere ni verme. Quisiera saber qué significaba Mathew para él, o que significaba su pasado. ¿Qué digo? El pasado siempre te persigue, ya no puedes borrarlo, ya no puedes pensar en el '¿y si...?' simplemente ocurrió. Ojalá pudiera saber que le hace ser así, ver todas sus cicatrices y curarlas, ojalá me dejará ver a través de él.
Oigo que murmuran algunas frases, entre las cuales detecto 'ella no tiene la culpa', 'es mi pasado' y 'también el mío', seguido de pasos fuertes.
Vaya. Esas últimas palabras las detectó como de Mathew, pero no tiene sentido. Debe referirse a cuando Kyle llegó a la Sede.
Todo es inundado por el silencio. Kyle no se ha movido de la puerta de mi cuarto. No le oigo durante unos segundos. Esto es ridículo.
Me levanto, encajo mis pies en los zapatos de deporte que descansan cerca de la puerta. Si escucho con atención, puedo notar la respiración de Kyle al otro lado de la puerta. Mis dedos agarran el pomo, me quedo ahí un segundo.
''¿De verdad quieres hacer esto?'' -me grita mi subconsciente.
''Ahora lo sabremos''.
Abro la puerta para encontrarme con el chico de ojos color atardecer apoyado en la pared que se posiciona entre su puerta y la mía. Su expresión cambia de pensativa, con los ojos enfocados hacía el suelo, a sobresaltada, abriendo sus increíbles ojos y separándose de la pared. Un velo de tensión se eleve entre los dos. Algo vota en mi corazón.
-Hola -dice.
-Hola.
-Lucinda me dijo que teníamos que seguir entrenando -comenta sin rodeos.
''Ah, así que es eso''. Algo en mi interior se remueve, ha estado esperando a reunir el valor suficiente a las puertas de mi habitación.
-No creo que pueda. Después de que te fueras... -toso un poco como escusa para mirar hacía otro lado que no sea a él-, me quedé corriendo. Me debí de pasar, porque me quedé dormida en el pasillo.
Él suelta una leve carcajada. Luego se da cuenta de su error y carraspea incómodo.
-¿Te importaría dejarlo para mañana? -pregunto.
Posiciono las manos delante y empiezo a girar el anillo de forma que quede claro que no deseo hablar de otra cosa.
Asiente con la cabeza a forma de afirmativa, mientras mi subconsciente se aleja molesto, yo me encamino hacía las escaleras sin ni si quiera despedirme. He visto en sus ojos dolor y furia a la vez en nuestra conversación. No quiero ver eso nunca más. Realmente yo he creado eso, ¿qué he hecho? No me voy porque esté enfadada, me voy porque no soporto ver que él sienta algo negativo hacía mi.
-Eveline.
Me giro demasiado rápido. Ansiaba oír en su voz ese matiz de nuevo, el matiz del chico del taxi. Parece que la máscara de Kyle me lo ha devuelto un segundo, suficiente para que mi corazón de saltos y piruetas de felicidad. La felicidad irracional es la mejor de todas.
-¿Te hice daño?
Ah, no. Vuelve el dolor. De todo lo que pasó en la sala de entrenamiento, lo único que quiere preguntarme es si me hizo daño. Nada de '¿qué demonios se te pasó por la cabeza?' ni '¿por qué querías verme perder los estribos?'. Solo yo.
-¿Te hice yo daño? -inquiero con el labio inferior temblando.
-Si así fuera, nunca lo admitiría -repone con el semblante serio. La máscara me ha arrebatado al chico del taxi de nuevo.
-Lo mismo digo.
Vuelvo a girarme igual de rápido, con la misma sensación del velo teñido de tensión que nos envuelve, aunque en vez de dirigirme escaleras a bajos para ver a Lucinda, mis pies van hacía la planta de Tierra. No me permito mirar hacía atrás, aunque siento sus dos atardeceres clavados en mi espalda como si fueran flechas heladas.








La planta de Tierra huele a incienso. Eso es lo primero en lo que reparo nada más tocar con mis deportivas el suelo crujiente de madera. El pasillo es de las mismas dimensiones que el que ocupo yo con Kyle, mismo moviliario antiguo, mismo suelo, mismo papel pintado que el ocupa la mayoría de la Sede, solo que en este, el último cuarto permanece cerrado y no brota ninguna luz de él. Solo de la primera habitación emana una leve luz cálida y reconfortante. Voy hacía ella como si fuera una polilla. A medida que me acerco, el olor aromático del incienso aumenta. Giro el dintel de la puerta, de forma que veo el dormitorio de Rose completamente. Recubriendo las cuatro paredes, solo hay plantas: todo tipo de ellas, flores rosas, flores azules, flores blancas, amapolas, margaritas, tulipanes, un montón de ellas; incluso algunas exóticas y raras. También hay enredaderas en su mayoría. Todo su cuarto parece un bosque encantado, incluso parece que puedes ver las haditas revoloteando por entre las ramas. La distribución es prácticamente la misma que en mi cuarto, solo que en la repisa de su ventanal, descansan varias palomas que disfrutan de los pequeños arbustos que tiene colocados allí. Su armario es mucho mayor que el mío, aún así hay ropa desperdigada por todas partes. Incluso al lado de la cama desecha hay un pequeño tocador blanco (también parece que la primavera le haya escupido encima), lleno de brochas y botes. Ha sustituido las luces artificiales de las bombillas por una lámpara de roca rojiza, colocada en su mesilla de noche y de velas repartidas en su baño. Es un sitio... extrañamente acogedor. Debe recordarle a su casa, comprendo porque le gusta estar aquí de inmediato. Puede que no sea lo que yo considere hogar, pero estoy segura de que si hay un lugar que refleje a Rose, es este lugar.
Ella está sentada sobre su cama, con una camiseta que pareciera sacada del armario de un gigante, con sus cabellos rubios desorganizados en un moño y un ejemplar de Harry Potter entre sus manos. Sin duda, haría una foto de esa estampa. Algún día lo haré, del mismo modo que haré la foto a los ojos de Kyle.
Cuando Rose levanta la cabeza al notar mi presencia, sonríe con suficiencia. Sin querer la imito.
-Estás increíblemente sudada -comenta divertida.
-Eso me recuerda...
Me invita a entrar con la cabeza. Deposita el libro amarilleado por el tiempo en su mesilla de noche y se echa a un lado para dejarme sitio en la cama. Niego con la cabeza, no tenía planeado quedarme mucho tiempo.
-¿Tienes velas aromáticas? -pregunto sin más.
-¿Un mal día? -repone incorporándose y yendo hacía el baño- Cuando tengo un día de esos que te entran ganas de pasarte el día que viene tirada en la cama y escuchando un piano, me tomo un baño de espuma con estas velas -saca un paquete de velas moradas y lo ondea como una bandera blanca para enseñármelo detrás de la puerta de su baño-, se me pasa todo. Creo que todas las chica deberías probar. Es mucho mejor que el chocolate, además no te salen espinillas.
No puedo evitar sonreír de nuevo.
-Gracias. Y sí, un día nefasto. Pero si tienes una tarrina de chocolate en ese baño tuyo, me vendría bien.
-Oh venga, no puede haber sido tan malo para el grado 'helado' -responde arrojando las velas a mi regazo.
Sin querer me he sentado en una esquinita de la cama, maldición.
-¿Para todos los Elementos son tan duros los primeros días aquí?
-Ummmm, eso depende. ¿Has acabado creando un terremoto por terror cuando viste una rata en la sala de la bóveda? ¿O te presentaste desnuda en tu primera cena en la Sede? Iba borracha, por cierto.
Las dos soltamos una carcajada sin quererlo.
-Vale, tú ganas. Pero sigue siendo horrible.
-¿Tan malo ha sido Kyle contigo? Sé que puede ser irritante, pero...
-No ha sido Kyle. Creo que le pregunté cosas sobre su... Espera, ¿por qué te cuento todo esto?
No tenía planeado hacerlo. No le iba a contar mi día a día a Rose, solo venía a por las velas. En mis recuerdos no cuadra esta conversación. Es más, si fuera yo la evitaría. Entonces veo la sorpresa en su rostro. La verdad se eleva como un pez saliendo del agua. Oh, vaya, he cortado su juego mental.
-Ah claro. Kyle me lee la mente y tú me metes pensamientos en la cabeza. Esto es frustante -digo indignada. levantándome de la cama.
Ella me agarra de la muñeca antes de que pueda dar ningún paso para alejarme de ella.
-Y tú lo has detenido. Eres buena en esto, Ever. Déjame explicarte...
-¡Esto es confuso! ¿Sabes? Llevo todo el día en un mundo nuevo. ¡Por el amor de Dios, me he cortado el pelo! Es todo un cambio drástico, puedo arder, otro chico que me confunde puede arder, hay otros adolescentes que pueden hacer cosas increíbles, no sé quienes son mis padres, no sé quienes sois vosotros en realidad, se han intentado meter en mi mente dos veces en menos de 12 horas, ¿qué queréis de mi? ¿Qué queréis...?
No llego a completar el grito, mi voz se quiebra en mil pedazos. Me rompo en mi propio caparazón. No puedo hacer esto. Soy tan débil y estúpida. Ha habido más de mil personas haciendo esto a lo largo del tiempo y soy la única que se siente inútil y fuera de lugar. ¿Por qué no podría ser como la heroínas que leo en mis libros? Podría ser igual de valiente y tozuda, podría sobrellevar esto. Pero hace días, no era el personaje de un libro, era la chica que leía el libro.
-Yo también lloré las primeras noches aquí. Voy a por esa tarrina de helado.
Me da un apretón en la mano y se aleja hacía el baño mágico.












viernes, 3 de mayo de 2013

Capítulo 8.

Tres días, no puede ser tan malo. Puedo hacer esto. Puedo aprender a pelear y a protegerme en 72 horas. Y por más que me repita esto, sé que es más que imposible.
Miro mi reflejo en el espejo de mi cuartito de baño. ¿En qué he cambiado? Sigo siendo la misma chica que antes de ayer, solo que con un poco más de conciencia. Ojalá pudiera ver mediante mi reflejo que parte de mi ha sido tocada y hundida. Entonces recuerdo las palabras de Kyle: ''Tú vas a seguir Eveline Whiteland. Y no importa cuanto ardas, o quien sea tu familia, o quien sea la gente que te rodee. Tú eres tú, y eso, por mucha esencia que poseas dentro de ti, nadie lo puede cambiar''
Suspiro.
En el fondo sé que tiene razón. Pero necesito un cambio en Eveline Whiteland, algo más que su familia o su Esencia. La idea de mis dos familia me azota como el viento en invierno y yo la expulso como si fuera una mosca en verano. Necesito sentir que pertenezco a esto. 
Rebusco en mi neceser blanco, que está depositado en el lavabo. Saco unas tijeritas con extrema delicadeza y empiezo el proceso. Recojo mi larga melena de puntas rizadas en dos coletas para que reposen sobre todo mi tronco delantero. 
Miro a la chica del espejo. Sus ojos verdes brillan, su piel pálida como la nieve tiene un matiz rojizo y se muerde el labio con determinación. Son en todo iguales, excepto que la chica del espejo se ha cortado una de sus coletas a la altura justa sobre sus hombros y unos rizos negros reposan en su mano. Pocos segundos después, ocurre lo mismo con su otra coleta. Con sus manos temblorosas coge las dos porciones de pelo y las deja sobre el lavabo junto a las tijeras. Vuelve a levantar los ojos y comprueba que yo y ella son la misma persona, con la misma sonrisa amarga dibujada en su rostro. Las dos chicas somos por fin una.





Salgo de mi cuarto con el ánimo renovado, lista para enfrentarme a las 71 horas que me quedan por delante. Dispuesta a enfrentarme a las extraña presencia de Kyle. Lista para no pensar en su forma de actuar la noche anterior. Las puntas de mi pelo se han vuelto a rizar por sí solas y me rozan los hombros produciéndome un cosquilleo agradable. Cierro la puerta sin mucha fuerza y acto seguido oigo una risa típica de una chica cuando flirtea con otro chico. Mis ojos se dirigen a ese sonido como si fuera la última gota de agua del mundo.
Moon.
Y Kyle.
Los dos son una enredada de brazos, piernas y pelo contra la puerta de la habitación del chico. De vez en cuando, ella suelta una carcajada o gime con los labios de Kyle aún sobre los suyos.
Noto una punzada en el corazón. Y en la tripa. Parece ser que las mariposas que aleteaban en mi estómago cuando él me besaba, se han transformado en avispas cuando ella le besa. 
Pero espera. No pueden ser mariposas. Solo me atrae. O me gusta. O lo que sea. Pero sé que son mis hormonas, no mi corazón. Eso espero.
Toso deliberadamente cuando termino mi reflexión. 
No ceden.
Vuelvo a toser. Esta vez se separan bruscamente. Moon mantiene sus manos en torno a su cuello y le mira sonriente, y todo su ser parece resplandecer, incluyendo sus medias rotas. Kyle, en cambio, se aleja de ella tanto como puede y me mira con la boca abierta.
-¿Qué te has hecho en el pelo, Eveline? -articula él aún con los ojos como platos.
-Te has saltado la estética de los libros del: ¿cuánto tiempo llevas mirando? Pero no te preocupes, llevo a penas un minuto. Suficiente para tener ganas de devolver.
Moon se aleja de Kyle a regañadientes y me dirige una mirada iracunda, a la que yo respondo con una sonrisa irónica.
-Muy bien, creo que ya he acabado aquí -dice Moon con total tranquilidad. 
Cuando pasa por mi lado, choca con mi hombro a posta.
Refunfuño.
-Te llamo esta noche -añade a prisa él.
Otro pinchazo.
-Lo sé cielo, lo sé. -Le guiña un ojo y sin decir nada más desaparece por las escaleras muy digna.
Me vuelvo hacía Kyle para intentar leer su expresión, pero solo me mira con los ojos entrecerrados. No sé como, pero siento que intenta escarbar en mis pensamientos. Levanto un muro en mi mente tan fuerte y rápido que me dejo a mi misma sin aliento de sorpresa. Parece que él también lo ha notado. Pero yo estoy demasiado asustada para reaccionar.
-¿Cómo has hecho eso?
-Talento natural, supongo -respondo imitando su respuesta del día anterior.
-¿De verdad sueno tan insoportable? -pregunta divertido.
-A todas horas.
Me giro dando por zanjada la conversación, dirigiendo mis pasos a las escaleras, pero él es más rápido que yo y se posiciona a mi lado.
-¿Me vas a decir como has hecho eso? -inquiere de nuevo levantando una ceja.
-No lo sé. Solo sentía que ibas a entrar dentro de mi y no quería, ya está.
Echa la cabeza hacía atrás y estalla una carcajada. Yo pestañeo sin comprender. Reviso mis palabras y caigo.
-Eres un malpensado, Kyle.
Empiezo a bajar más a prisa los escalones para huir de él. Pero como siempre, es más rápido y agarra mi brazo, cerca de la muñeca y me detiene. Siento un cosquilleo por todo el cuerpo, como una banda eléctrica a nuestro alrededor. No debería provocar eso en mi.
-Lo siento -dice sin más.
-Bien.
Esta vez avanzo más rápido, más rápido de lo que mis posibilidades me permiten, así que tropiezo con mis propias piernas. Y como siempre, Kyle es más rápido que yo y está ahí para sujetarme. Estoy entre su brazos, con mi cabeza encajada en su clavícula, mis brazos están doblados sobre su pecho y mis piernas entrelazadas entre ellas. Todas las sensaciones posibles, habidas y por haber recorren mi cuerpo en un frenético vaivén.
-Deberías dejar de hacer estas cosas para llamar mi atención, es demasiado directo -dice contra mi pelo.
-Suéltame entonces.
-¿No lo niegas? -dice mientras me despega de su cuerpo demasiado lento.
-No me creerías y si subo un poco más tu ego descontrolado, no te pasará nada.
Esquivo su cuerpo, pero esta vez no trato librarme de él, sino que me encamino junto a él a la sala de entrenamiento.
-Deberíamos contarle a Lucinda lo que has hecho. Lo de evitar que te leyera la mente, quiero decir.
-¿Por qué? ¿No es normal?
-Nadie había logrado nunca detener mi don. Ni si quiera ella -se encoge de hombros.
-¿Don? ¿Tienes un don? Eso suena muy... de libro.
-Eres la primera chica que conozco que dice 'de libro' y no 'de película' -comenta pensativo-. Ah, bueno, digamos que me entrene mucho para conseguir eso. Mucho entrenamiento psicológico y... cosas por el estilo. Y tú llegas, sin nada de base y me detienes. Eres...
-¿Curiosa?
-Diferente.
Hago un parón en mi mente. Piensa muchas cosas de mi. Me sonrojo interiormente. 
-Lo de los entrenamientos y... Ese tipo de cosas -digo intentando cambiar de tema-, ¿de qué va?
-Lo que implica entrenar: prepararte en todos los ámbitos para realizar un ejercicio.
-Hacer pedacitos a los Oscuros -añado con una mueca.
Él sonríe. Ya hemos atravesado el salón de la bóveda y entramos en el pasillo que lleva al comedor, la sala de música, la azotea y la sala de entrenamientos. Las velas parecen saludarnos a nuestro paso, y en el papel desgastado por el tiempo se refleja la luz de los ventanales, dejando paso a que se forme nuestra sombra.
-Exacto Eveline.
-Sigue sonando muy de libro.
Kyle vuelve a sonreír y yo también lo hago. Es contagioso. De alguna forma he logrado olvidarme de que ha estado besando a Moon hace algunos minutos. 
Llegamos a la sala de entrenamientos. Nada más ver las letras pintadas en negrita en una placa al lado de un gran portón, me estremezco. Él parece no notarlo, lo que agradezco, y entra a la sala sin más ceremonias. 
Los suelos son un katami enorme de color azul oscuro. En él hay varias manchas de color rojo oscuro, espero de verdad que no sea sangre. Las paredes son blancas en el techo, y al empezar a bajar hacía el suelo-katami, empiezan a ponerse de color azul. Un degradado en un gimnasio, increíble. Como es enorme, está repleto de artilugios: escalas de madera que llegan hasta el techo, pesas, un palo que supongo que es para trepar, un gran equipo de música, bicicletas estáticas, flechas con arcos, armas de toda tipo, dianas... 
-¿Lista para sudar?
-¿Si me tiro un vaso de agua encima y hago como si sudara me podría ir? -pregunto con un matiz preocupado en mi voz. 
No pienso admitirlo delante de él, pero todas esas armas me asustan.
-Por muy tentador que sea verte empapada de agua: no.
Oh, ya está ese Kyle arrogante y pervertido de siempre. 
Me deja un minuto para estirar los músculos con él e inspeccionar el armamento. Rechazo esta última oferta.
-Lucinda me dijo que podría preguntarte cualquier cosa -digo después de estirar los brazos.
-Eso me parece injusto -responde él haciendo un puchero.
-¿Y qué sugieres?
-Una pregunta cada uno, así estaríamos en igual de condiciones.
Eso me recuerda a la mecánica de la noche de ayer con Mathew, pero no digo nada. Cuando termine el entrenamiento, le buscaré. 
Asiento y Kyle sonríe complacido.
-Vale, empezaremos con el arco.
Oh.
Nos acercamos al armario del que penden ese tipo de armas y me hace coger la cesta de las flechas. Casi no puedo levantarlo, pero no estoy dispuesta a que me venza en mi primer entrenamiento. Cuando me ordena que deposite el cargamento lejos de las dianas, ya estoy sudando. Me quito la sudadera verde de un movimiento y la tiro lejos. Cuando me giro, veo a Kyle observándome. Retiro la mirada rápidamente.
-¿Sabes como se utiliza? -inquiere a mi espalda.
Niego con la cabeza. Kyle lanza un suspiro.
Deja uno de los dos arcos de pesada madera en el suelo, y con el otro me enseña a cargar una flecha. Es bastante fácil. Cuando ya consigo introducir sola una flecha en el canal, me enseña a coger arco. Se posiciona detrás de mi y con delicadeza, sus brazos musculosos me envuelven de nuevo. Me coloca mirando hacía mi derecha. Y con cada cosa que dice directamente susurrado a mi oído, yo obedezco:
-Relaja los hombros. Ahora, con tu brazo izquierdo agarra el arco por el mango y mantenlo recto. Eso es. Vale, luego con tu brazo derecho tira de la cuerda y asegúrate de que está tenso y que tu mano llega debajo de tu barbilla.
Esa última orden no la cumplo, porque mi mano llega mucho más atrás que mi cara. Él envuelve mi mano derecha, con la sostengo la cuerda, y la retrae de forma que queda justo como él ha indicado. No separa su mano de la mía. De repente tengo mucho calor.
-Muy bien Eveline -me anima alejándose lentamente y separando el retazo de piel que nos unía.
Una vocecita descontrolada dentro de mi cabeza me dice que tire el arco y que vuelva a coger su mano. Pero la parte cuerda y yo misma, niegan con la cabeza y se instan a seguir.
-Ahora suelta de un movimiento limpio la cuerda y dispara -termina.
Relajo el cuerpo y apunto hacía abajo la flecha 
-Sería más fácil disparar si tuviera un blanco -rechisto.
-¿Estás insinuando que quieres tirarme una flecha? Que descortés por tu parte, Eveline.
Pero en vez de quedarse de brazos cruzados, coge una diana hecha de paja y la posiciona a unos diez metros de mi cuerpo.
-Bien, dispara.
En mi mente suenan las palabras que él mismo me había susurrado antes. Sigo su voz y me encuentro en la posición anterior. Tenso la cuerda, cierro un ojo y cuando creo que estoy lista, suelto los dos dedos rápidamente. La flecha corta el aire de los diez metros de forma recta.
Y...
Se clava en el centro.
Ahogo un grito de alegría.
-Hazlo de nuevo, supongo que será la suerte del principiante -me ordena Kyle con una voz tan cortante como la flecha.
Coloco otra carga de forma torpe en el canal, ignorando su tono y repito el ritual. Tenso el cuerpo. Separo los dos dedos de forma rápida.
Y...
Se vuelve a clavar en el círculo del centro.
-¿Seguro que no has disparado nunca antes?
-Oh sí, cualquier chica pasa su tiempo libre disparando estos chismes en el parque.
Intento ocultar mi alegría e incredulidad.
-Espero que vaya con ironía.
Le doy la espalda y deposito el arco en su soporte.
-¿Puedo preguntarte ya?
-Te lo has ganado -responde sin más.
Me siento en el katami como si fuera un indio, esperando a que se siente a mi lado y vuelva a sentir su piel contra la mía. Pero para mi decepción, se queda clavado en su sitio.
-¿Pediste instruirme o te fui asignada? -digo sin rodeos.
-Pedí instruirte.
Vaya, no me lo esperaba. No le tiembla la voz al responder, y lo dice con sus ojos increíbles posados en los míos. Y tampoco me esperaba que pidiera instruirme.
-Te toca.
-¿Por qué te cortaste el pelo, Eveline?
Empieza a fastidiarme eso de que me llame Eveline, no me gusta.
-Necesitaba un cambio -no dejo oportunidad para que opine, aunque sé que le gustaría- ¿Te parezco inútil?
Pestañea varias veces, claramente sorprendido.
-Aún no lo sé.
''Acabo de aprender a tirar con arco y he clavado mis dos primeras flechas en el centro, he parado tu intromisión en mis pensamientos. Y, ¿te parezco inútil?'' Ojalá pudiera decirlo.
-Nueva norma, si no respondes, otra pregunta: ¿por qué pediste instruirme entonces?
-Otra pregunta que no sé responder Eveline, esto se te da muy bien.
-No me llames Eveline -le corto levantándome del katami.
-¿No te gusta?
-No.
-Entonces perfecto, Eveline.
-Tan odioso como siempre, Kyle.
Él hace una reverencia y tengo la tentación de darle una colleja antes de que levante la cabeza. Levanto un muro para que no vea ese pensamiento.
-Otra pregunta: ¿qué es la andrómeda?
-Es una especie de micropuerta, (para que tú lo entiendas) que con las apropiadas palabras se despliega y te lleva a través de los tejidos de la dimensión. Es decir, un aparato que puede crear puertas interdimensionales. Fue eso lo que nos permitió traerte de Madrid a Londres.
Asiento asimilando la información.
-¿Te pongo nerviosa? -pregunta de repente.
-Más bien enferma.
-Curioso que dejes que alguien así te bese -argumenta secamente.
-¿Verdad que sí? 
Necesito cambiar de tema, me exaspera que pregunte cosas así. Ya estoy lo suficientemente confundida para que venga él y líe más mi cerebro. O corazón. O... ambos. Necesito otro cambio de tema.
-¿Sabes combatir cuerpo a cuerpo, Kyle?
-De todas las cosas que sé hacer cuerpo con cuerpo, esa está en la lista. Encantado de mostrarte algunas de las que vienen en ella.
Oh. Oh. Oh. Mi pobre corazón no está hecho para estos giros.
-Bien, peleemos -se me ocurre de repente.
-¿Estás de coña? -Sus ojos se han abierto como ventanales en primavera.
-En absoluto, vamos. 
-Eres muy impredecible, Eveline -Veo en sus ojos un brillo de admiración, un pequeño destello, pero se desvanece rápidamente y me devuelve a señor ojos increíbles.
Doy por perdida la batalla por mi nombre.
-Pero no voy a pelear contra ti -asegura firmemente.
-Oh venga, vamos.
-No.
-Por faaaaaaavor -suplico batiendo mis pestañas muchas veces en pocos segundos.
-No quiero hacerte daño.
Oh, vaya. Eso me llega hasta el fondo de mis entrañas y me enternece visiblemente. Debería hacer eso más a menudo, ese caparazón de No-Me-Importa-Un-Comino-Tu-Vida debe de ser muy difícil de mantener. Y cuando deja ver algo como eso... Es genial. Pero quiero pelear con él, cuerpo a cuerpo, no sé por qué, pero lo necesito.
-¿Ni si quiera a sabiendas de que sé que fuiste rescatado de un incendio?
Se gira de golpe, como si lo hubiera encajado un golpe en la mandíbula.
-¿Ni si quiera sabiendo que algo paso entre Mathew y tú, para que él diga esas cosas horribles sobre ti?
Estoy siendo cruel, y lo sé. ¿Por qué soy cruel con él?
-¿Ni si quiera sabiendo que Mathew dice que eres un...?
No llego a terminar la amenaza, él ya está encima de mi, golpeándome contra el duro suelo. Mi cabeza grita de dolor. No tengo tiempo ni para asimilar que está sentado sobre mi vientre, muy cerca de mi. El corazón me va rápido por la adrenalina.
-No tienes ni idea sobre mi, ¿de acuerdo? NO. ME. CONOCES. 
Su semblante ha cambiado de Do a Si, su cara está roja y sus pupilas dilatadas de la furia. Su labio inferior tiembla, pero eso no es furia, está a punto de llorar.
¿Qué he echo?
Sin más se levanta a horcajadas de mi y se va corriendo del gimnasio, dejándome sola con mi culpabilidad y asombro.







viernes, 26 de abril de 2013

Capítulo 7.

Después de todas las preguntas que me hicieron en la callejuela de Londres, pusieron un hechizo para que los humanos no pudieran ver el destrozo que hizo la explosión que creamos Kyle y yo. Más bien que yo cree, él solo ayudo a hacerlo. Resoplo al recordarlo. Resoplo porque sé como me sentí: entumecida a la vez que viva cuando sus labios tocaron los míos ferozmente, relajada cuando sus manos se apoyaron en mi cabeza y... otro sentimiento. Confío en que sea enfado. Porque lo estoy. Estoy terriblemente enfadada porque él sabía que mis sentimientos se descontrolarían si me besaba. Tumbada en la cama, arrastro mis dedos sobre mi boca para intentar recordar como se sienten sus labios. Y otra vez la misma sensación. Resoplo de nuevo. Estoy enfadada, eso es, no puede ser otra cosa. Mi mente se arrastra al momento en el que el hechizo hizo efecto, al segundo había farolas rotas, caminos hundidos y ardiendo, la motocicleta esparcida por toda la calle en forma de mil pedazos y fuego; y a continuación, una capa azulada creada por Albert envolvía todo esto. Tuve que pestañear para comprobar que efectivamente, la calle carecía de todo daño, no había ni rastro de la explosión. Después, todos excepto Kyle, me rodearon y me empezaron a preguntar cosas desde '¿qué haces aquí?' a '¿cómo creaste el fuego?'. Que por cierto, esta última, la respondió Kyle.
-Mencioné a su hermana -mintió.
Yo solo pude asentir y responder con 'cené con Mathew' (coreado por expresiones de asombro) , 'estoy bien' y asentir. Después, el pequeño grupo se disperso para hablar con Kyle. Yo me quedé a solas con Rose, con la que mantuve una extraña conversación.
-Vaya, que fuerte que cenarás con nuestro mayordomo sexy -dijo.
No sé si me sorprendió más que usará el termino 'que fuerte' o 'mayordomo sexy'. En tal caso, me límité a encogerme de hombros.
-Siempre ha sido muy distante con nosotros, excepto con Kyle. Y ahora veo que contigo tampoco es tan tímido como parece. Será que tiene preferencias sobre las cosas que queman.
-¿Se lleva bien con Kyle? No parecía eso -admití sorprendida. Sobre todo porque Mathew no es que le llame cosas típicas de amigos.
-Depende de lo que entiendas por 'bien'. Pero sí, se llevaba bastante bien con él cuando tu compañero fogoso llegó a la Sede. Después de un tiempo siendo inseparables, se volvieron distantes -dijo Rose mientras caminaba sobre la línea blanca de la carretera y con los brazos abiertos como para mantener el equilibrio.
-Comprendo -mentí.
-Pues yo no. Quiero decir, ¿un día se hablan como hermanos y al otro son como desconocidos? Algo tuvo que pasar.
-¿Y qué pasó exactamente?
-Eso, querida aprendiz, sería genial saberlo. Podrías preguntarle a tu nuevo ligue.
-¿Perdón?
-Oh vamos, cualquier chica cuerda sabría que alguien como Mathew no quiere solo 'cenar' con ella -afirmó a la vez que se encaminaba de nuevo para mirarme.
-Creo que te equivocas. Nos acabamos de conocer -le rebatí.
Caminó hasta estar a varios centímetros de mi. Cogió un mechón negro de mi cabellera y empezó a girarlo dando vueltas a mi alrededor. Luego volvió a mi frente y examinó mis ojos verdes. Dio un toque a mi nariz y empezó a reír.
-Yo diría que cualquiera podría querer algo contigo solo con verte -argumentó Rose.
Noté como mis mejillas subieron de color. Ella volvió a reír.
-Tranquila, no quiero nada contigo. A pesar de que los seres mágicos no tengamos ese tipo de preferencias estúpidas como los humanos, me gustan más altas que tú. Pero estás bastante bien, cariño.
En realidad no había pensado nada de eso, pero de todas formas me volví a sonrojar y ella me guiñó un ojo, para acto seguido alejarse dando saltitos hacía el círculo de personas que estaban gritando a Kyle. 
Me senté en un banco de madera a mis espaldas a esperar pacientemente hasta que ese coro de personas se disolviera y pudiera volver a dormir. Pocos minutos después, Kyle cogió una especia de piedra de cristal de su bolsillo, dijo unas palabras en latín y desapareció. Todos me miraron después de eso y se dirigieron hacía mi. Sin decir una palabras más que un '¿lista?' de Rose, los demás desaparecieron con sus respectivas piedras -todas contenían algo de diferentes colores, excepto las de Lucinda y Albert- y ella me cogió del brazo a la vez que decía las palabras en latín Headquarters. Me susurró que significaban 'Sede' antes de empezar a marearme y acabar en el enorme salón de la bóveda. Para cuando habíamos llegado, los demás estaban sentados al rededor de la chimenea y no había ni rastro de Kyle ni de Mathew.
-Ever, ¿crees que podrías empezar los entrenamientos mañana? No queremos que vuelvas a correr ese tipo de riesgos. Y necesitamos confiar en tu seguridad y en tu fuerza para encontrar a los demás Elementos.
Observo por el rabillo del ojo como Rose se mete su cristal, el cual, en su interior alberga una hoja verdosa; en su bolsillo mientras se aleja de mi y se sienta al lado de Sammy.
-¿No debería aprender primero más cosas sobre vuestro mundo?
-Nuestro mundo -intervinó Albert.
-De todas formas -añadió Lucinda- podrás preguntarle mañana a Kyle mientras te instruya.
Tragué saliva al pensar que estaría sola con Kyle en una habitación y asentí sin más miramientos. Otra vez la sensación fría y caliente.
-Buenas noches -me despedí rápidamente y subí de dos en dos las escaleras.




Y ahora estoy aquí, contando las rayas del techo mientras recuerdo todo lo ocurrido en una noche. Es increíble que en dos días se puedan desarrollar tantos acontecimientos seguidos, empezar a descubrir cosas de tu pasado enterrado por otras personas y sentir tantas cosas a la vez.
Noto como el color de mis ojos se va tapando por mis párpados cansados. No opongo resistencia cuando el sueño me agarra con sus tentadores brazos y me mece en su magia. Ni si quiera me preocupo por los Oscuros que podrían presentarse en mi descanso. Solo me dejo llevar.
No me doy cuenta de que alguien entra en la habitación. No me doy cuenta de que está sentado en mi cama.  No me doy cuenta de que me observa un rato tendido antes de susurrar:
-Ever.
Refunfuño bajo las sábanas.
-Ever.
Alargo la mano como si intentara apagar el despertador, pero en vez de eso mis dedos tocan otra mano.
-¿Se puede saber qué...? -gruño parpadeando para abrir los ojos.
-Vaya.
Esa simple palabra con ese toque sarcástico me revela la identidad de la persona que está sentada en mi cama. Sé sin necesidad de mirarlo que un chico de ojos naranja atardecer mezclado con la tonalidad de la miel me escruta con una sonrisa en el rostro. Nada más y nada menos que Kyle. El corazón se me dispara.
-¿Sabes? Muchas chicas se alegrarían de que yo las despertara en medio de la noche. Y no pondrían esa cara de topo aplastado por una camioneta de maíz.
-La clave reside en las palabra 'en medio de la noche'. ¿Y se puede saber qué clase de expresión es 'topo aplastado por una camioneta de maíz'? -digo irritada.
-También podría repetir esta escena metido en tu cama por la mañana, ¿mejor así, bella durmiente?
-Si no quieres que te tire una lámpara a cara, te aconsejo que me digas que haces aquí -respondo incorporándome.
Él me observa, sus ojos se mueven con rapidez sobre mi, como si no quisiera perderse ni un misero movimiento. Bajo su vista me siento vulnerable.
-¿Qué hora es? -pregunto bostezando.
-Las cuatro.
Le dirijo mi peor mirada y él vuelve a sonreír.
-Si vuelves a sonreír te juro que iré a por esa lámpara.
-¿Es demasiada distracción para ti?
Agarro la almohada que tengo a mi espaldas y la levanto sobre mi cabeza, él en cambio es más rápido y intercepta mi arma acolchada antes de que toque su cuerpo. La tira al suelo y niega con la cabeza.
-Capto el mensaje. Antes de que me mates con otra de tus amigas rellenas con plumas, déjame hacer lo que he venido a hacer.
Asiento a regañadientes. Kyle me devuelve la almohada que depositó en el suelo y yo la apreto sobre mi vientre en parte para establecer una barrera entre nosotros y en otra parte de mi subconsciente, para aplacar  la sensación extraña que crea su cercanía en mi. Él no parece notarlo y si lo hace, no da señales. Alarga su mano hasta su bolsillo rebuscando en el durante unos segundos. Segundos en los cuales aprecio que la luna hace que en su pelo marrón reluzcan algunos mechones planteados. Se ha cambiado de ropa, va con unos vaqueros negros, una camiseta blanca y unas Converse negras, con esa iluminación sus ojos parecen violetas y de nuevo pienso que está genial para hacerle una foto. Descarto eso de mi mente. Mi corazón ha empezado a latir muy rápido. ¿Qué te pasa Ever? Es un chico desconocido, nada más. Y guapo. Y asquerosamente sarcástico y egocéntrico. Eso es, céntrate en sus cosas malas y no en el latido de tu corazón. ¿De verdad puedo considerarlo un desconocido? No sé nada sobre él, ni si color favorito, ni que hace en su escaso tiempo libre... Solo sé lo que su caparazón me deja ver. Ahora que lo pienso, tampoco sé nada sobre todos los habitantes de la Sede excepto de Mathew. Al pensar en él me recorre un escalofrío y me siento estúpida al no haberme preguntado si estaría bien, ni si quiera le fui a buscar.
-Venía a darte esto -dice Kyle sacando una cajita de su bolsillo delantero.
Examino un momento la caja que me tiende. Es mucho menor que mis dedos juntos y está recubierta por un terciopelo rojo. Le miro interrogante, él simplemente dice:
-Adelante, ábrelo.
Obedezco. Cuando lo hago suena un 'clic' y antes mis ojos aparece un anillo. Parece de oro gastado por los años, viejo y lleno de historias. Al mirarlo mejor, descubro que tiene algunas pequeñas piedras brillantes del color de sus ojos, que parecen estar vacías. La parte de oro tiene forma de rama retorcida sobre las piedras preciosas, abrazándolas con su historia. Es una joya bastante bonita. La saco de su caja y la introduzco en mi dedo sin preguntarle a Kyle si podía. En el instante en que reposa en el dedo indice, se encoge por si solo hasta adaptarse a la perfección a la figura delicada de este. Acto seguido siento como si una palanca se accionara dentro de mi, después, como velas, las piedras parecen contener una pequeña llama. Exclamó un gritito de sorpresa.
-Es una reliquia del Elemento Fuego. Perteneció a tus antecesoras, les ayudaba a controlar su Esencia. Funciona así. Se activa al notar que pertenece a la chica de fuego y retiene su Esencia dentro de ella para evitar... incidentes -me explica. Creo notar que la última palabra la dice un poco más baja, pero desecho la idea.
-Oh -susurro.
-También sirve para protegerte de los Oscuros en sueños. Sé lo que es no poder dormir y... Bueno, simplemente pensé que te podía venir bien esta noche, mejor que entregártela mañana.
Kyle ha pensado en mi. Realmente ha pensado en mi bienestar por las noches. Y ahora sé algo más sobre él: también le cuesta dormir. Sonrío mostrando mis dientes. Al instante me arrepiento y me muerdo el labio inferior.
-¿Por qué te muerdes el labio? -dice de repente.
-¿A caso es demasiada distracción para ti? -inquiero a sabiendas que eso le molestara.
Él pestañea un segundo indeciso, luego sonríe mostrando su diente metido levemente hacía dentro.
-Excelente contraataque, Eveline. Pero -se detiene un segundo y clava sus ojos en los míos- me temo que teniendo en cuenta que ya he mordido ese labio, no me distrae en absoluto. No te ofendas, pero no eres la típica chica a la que me gustaría volver a besar.
Me quedo helada. Creo que mi corazón se ha detenido en mi pecho y se niega a dar un golpeteo más por él. ¿Por qué me duele tanto que me diga eso? No sé si me enfado más con Kyle o conmigo.
Se recuesta sobre mi, sin que yo pueda hacer nada por evitarlo. Noto su respiración contra mi oreja, noto como su pecho sube y baja contra el mío. Dios. Mi corazón ha decidido volver a latir.
-Ni aunque me lo suplicaras -susurra.
-¿Entonces por qué estás tan cerca de mi? -imito su tono de volumen con tono cortante.
-¿Por qué te va tan rápido el corazón?
Mierda. Maldito corazón, podría estarse calladito un rato.
-¿Por qué siempre encuentras alguna escusa para hablar conmigo?
-¿Por qué cuando te bese empezaste a arder?
-¿Por qué pensabas en mi esta noche?
Se despega un poco de mi cuerpo tembloroso. Sus ojos se fijan en los míos.
-¿Responderás a mis preguntas? -inquiero intentando evitar su mirada.
-Cuando sepa las respuestas.
Se levanta de mi cama con paso firme. Mi cuerpo parece relajarse fuera de su contacto. Suspiro.
-Deberías mantenerte alejada de mi, fuego -dice antes de cerrar la puerta.
Voy a soltar un gemido, cuando se vuelve a abrir un poco y asoma la cabeza por ella:
-Dulces sueños, bella durmiente.
La oscuridad se traga lo único que podía ver de él y me sumerjo en las mantas. Odio que sea tan... tan... contradictorio y odioso... Y... Dios. Odio que me guste. Odio que me guste. Vale, ya está. Lo he admitido. ¿Cómo me puede gustar alguien a quien apenas conozco y además me trata así? Malditos sentimientos.




A la mañana siguiente, alguien me sacude los hombros con delicadeza. Escucho el sonido del viento contra la ventana y mi nombre con un pronunciado acento inglés.
-Dormilona, despierta. Te esperan abajo para desayunar.
Mi cabeza no está para desayunos con Elementos y magos o lo que sea que sean. Ahora mismo solo me apetece enterrarme en la cama de madera, leer miles de libros y no pensar ni en mi familia, ni en la gente que me quiere matar, ni en la noche anterior con Kyle.
Refunfuño y me doy la vuelta agarrando con fuerza las mantas.
-Muy bien, tú lo has querido.
La voz de Mathew se va alejando. Una fuerte sacudida de la manta basta para que abra los ojos de golpe. Ahora lo único que me cubre es el pijama. Miro asustada a la manta blanca en las manos de Mathew.
-Me has obligado. Vamos, te esperan abajo y tengo que acompañarte -contesta a mi mirada de reproche.
La puerta cruje al abrirse y luego oigo el sonido cuando se cierra.
Me levanto costasamente de la cama. Siento como si pesará el triple de lo normal. Observo que la ropa de mi maleta está metida en el armario y los cajones. Alguien lo habrá hecho por mi. Ni si quiera me paro a pensar quien lo habrá hecho. Arrastro los pies con torpeza, desde que me pongo una sudadera enorme verde con unos leggins negros y mis deportivas, hasta que salgo al pasillo al encuentro con Mathew. No me he molestado en peinarme.
-Tomo nota de que tienes mal despertar -apunta divertido.
-Una mala noche -contesto sin más.
Después de un incómodo segundo hasta llegar a las escaleras, lanza la bomba:
-Lo siento por lo de ayer. Deberías haber estado más atento si no...
-No por favor. Te encargaste de que me sintiera normal en el descontrol de mundo en el que me había despertado. Y no tienes la culpa de que unos lunáticos me persigan.
-¿De verdad no estás enfadada?
Niego con la cabeza y él sonríe como respuesta.
-¿Estás tú bien? -pregunto.
-¿Ahora? Estupendamente.
Elevo las comisuras de los labios. Todo con Mathew es tan sencillo. Como si fuera un caminito trazado.
-Has creado mucha revolución entre ellos. Todo el mundo mágico está hablando de ti, la chica ardiente de pasado incierto que ha hecho explotar media calle de Londres.
-¿Todo el mundo mágico sabe de mi existencia?
-Exacto. Pero tranquila por los Oscuros, tienen que saber donde están los Elementos, y eso nadie lo sabe.
En realidad ni si quiera había pensando en ellos, había pesando en lo que me dijo Lucinda de mis verdaderos padres: ''Perteneces al mundo mágico. Eso quiere decir que uno de tus padres pertenece a el'', por lo tanto, uno de mis padres biológicos podría saber que sigo viva. Podría saber que sigo existiendo.
Antes de darme cuenta, hemos atravesado la sala de la cúpula y hemos llegado al comedor. Se compone de una habitación más larga que ancha, con una mesa de caoba que abarca prácticamente todo el espacio, sillas  que intuyo tienen un diseño Barroco y una gran lampara de gas pendiendo del techo. En la mesa abundan tortitas, zumos, el olor del café, tostadas, cereales, papeles y libros.
-Buenos días -digo desde el portón de la sala.
Kyle ni me mira, como si nada hubiera pasado; pero todos los demás giran la cabeza hacía mi, diciendo el unísono 'buenos días'. Me encamino hacía el sitio que queda al lado de Rose. Tuerzo la mirada para despedirme de Mathew, pero ya ha desaparecido.
-¿Preparada para empezar tus entrenamientos? -dice Lucinda desde el lado opuesto de la mesa.
-Supongo -alargo la mano para retirarme un mechón rizado de la cara.
-¿Ya tienes el anillo? -pregunta Sammy que se ha debido fijar en mi dedo lleno de color dorado y rojizo.
-Sí, me lo dio ayer Kyle. Para poder dormir tranquila -respondo intentando mostrar indiferencia.
En cambio él se tensa al escuchar mis palabras.
Dirijo mis ojos hacía otro lado. Reparo en que Ithan, Sammy, Rose e incluido Kyle llevan un amuleto con las piedras preciosas llenas o de agua, viento, hierba o fuego. La de Ithan es broche en forma de pájaro. La de Rose un pendiente que empieza al principio de su oreja. La de Sammy un pasador que parece un río. No quiero descubrir cual es el amuleto que controla la Esencia de Kyle, así que vuelvo a apartar la mirada.
-¿Cuándo empezaremos a buscar a Aquo? -la pregunta por parte de Sammy va dirigida a Lucinda y a Albert. Ignoro por completo la conversación, como si no fuera conmigo y empiezo a beber un zumo de naranja.
-Creemos que ya sabemos de su posición actual. Pero no es seguro. Os enviaremos a todos a por él, cuando Eveline esté lista. Podría ser una buena practica para ella.
Casi me ahogo con el condenado zumo.
-Oh no, no querría ser una molestia -me disculpo.
-No lo eres en absoluto. De todas formas son muchos preparativos, tienes el tempo suficiente para aprender lo básico con Kyle.
Se me había olvidado por completo que tenía que entrenar con él. La mera idea hace que sienta escalofríos ardientes.
-¿Cuánto tiempo tienes para instruirla? -quiere saber él.
-Tres días -contesta Albert.
Toso frenéticamente para no atragantarme de nuevo con el zumo.